Nueve y treinta de la noche del viernes cinco de abril de 2013. Salí del Ateneo de Madrid a la calle del Prado con la sensación de haber escuchado un maravilloso concierto a cinco voces.
Y digo concierto porque no fue un recital de poesía de cinco poetas, no, fue una sinfonía hecha poema en el que todos fluyeron como instrumentos perfectamente afinados, acompañados de dos anfitriones también excepcionales: Francisco Castañón y Antonio Daganzo, que declamaron dos piezas como solistas magistralmente.
Cinco voces. Tan distintos y tan semejantes.
No quiero hace una crítica literaria, nada más lejos, otros la harán. Solo os quiero transmitir mis sensaciones, mis vivencias en esta noche mágica impregnada de poesía.
María Solís Munuera, con su voz cadenciosa, desgranando un verso que te atrae casi como un agujero negro en el que a veces la oscuridad de su significado podría perderte; en cambio te atrapa, como un enigma que tienes que resolver.
David Morello, a quien no había tenido la oportunidad de escuchar ni de leer, me dejó un regusto a miel y sal, algo de nostalgia y mucha belleza, apoyada por su voz profunda y cálida.
David Minayo, con la sencillez de las palabras que retratan sentimientos contidianos y que te tocan con una mano suave pero implacable, que emociona y conmueve.
Daniel Romero, narrando desde dentro su propia historia que, al final es la historia de todos, cosida a puntadas de sentimientos universales.
Y para terminar, qué
decir de Fernando López, a quien quiero y admiro profundamente no solo por su calidad como poeta, que es mucha y él lo sabe, sino por su valor y su arrojo de embarcarse en mil y una aventuras en pos de esa amante a veces apasionada, a veces desagradecida, que es la literatura, y con toda la pasión que impregna su vida.
Permitidme que desde esta humilde bitácora os recomiende la lectura de estos cinco poetas como un médico recomendaría un tratamiento terapeútico a quienes buscan remedio para un mal, porque la poesía, la de ellos o la de otros, tiene la admirable condición de contar, de denunciar, de hacer sentir desde un plano en el que las sensaciones ocupan el lugar que, quizá, esté invadido por la grisura de lo cotidiano diariamente, de la mediocridad y de la desesperanza. La poesía, esa es su magia, cataliza lo que de humano tenemos.
Gracias, de nuevo, a estas cinco voces por el regalo de esa noche de abril inolvidable.
Incluyo el enlace a un vídeo en el que escuchar este maravilloso recital:
Voces nuevas en el Ateneo
Sed felices.
Y digo concierto porque no fue un recital de poesía de cinco poetas, no, fue una sinfonía hecha poema en el que todos fluyeron como instrumentos perfectamente afinados, acompañados de dos anfitriones también excepcionales: Francisco Castañón y Antonio Daganzo, que declamaron dos piezas como solistas magistralmente.
Cinco voces. Tan distintos y tan semejantes.
No quiero hace una crítica literaria, nada más lejos, otros la harán. Solo os quiero transmitir mis sensaciones, mis vivencias en esta noche mágica impregnada de poesía.
María Solís Munuera, con su voz cadenciosa, desgranando un verso que te atrae casi como un agujero negro en el que a veces la oscuridad de su significado podría perderte; en cambio te atrapa, como un enigma que tienes que resolver.
David Morello, a quien no había tenido la oportunidad de escuchar ni de leer, me dejó un regusto a miel y sal, algo de nostalgia y mucha belleza, apoyada por su voz profunda y cálida.
David Minayo, con la sencillez de las palabras que retratan sentimientos contidianos y que te tocan con una mano suave pero implacable, que emociona y conmueve.
Daniel Romero, narrando desde dentro su propia historia que, al final es la historia de todos, cosida a puntadas de sentimientos universales.
Y para terminar, qué
decir de Fernando López, a quien quiero y admiro profundamente no solo por su calidad como poeta, que es mucha y él lo sabe, sino por su valor y su arrojo de embarcarse en mil y una aventuras en pos de esa amante a veces apasionada, a veces desagradecida, que es la literatura, y con toda la pasión que impregna su vida.
Permitidme que desde esta humilde bitácora os recomiende la lectura de estos cinco poetas como un médico recomendaría un tratamiento terapeútico a quienes buscan remedio para un mal, porque la poesía, la de ellos o la de otros, tiene la admirable condición de contar, de denunciar, de hacer sentir desde un plano en el que las sensaciones ocupan el lugar que, quizá, esté invadido por la grisura de lo cotidiano diariamente, de la mediocridad y de la desesperanza. La poesía, esa es su magia, cataliza lo que de humano tenemos.
Gracias, de nuevo, a estas cinco voces por el regalo de esa noche de abril inolvidable.
Incluyo el enlace a un vídeo en el que escuchar este maravilloso recital:
Voces nuevas en el Ateneo
Sed felices.
Suena a música celestial, que suerte la tuya.
ResponderEliminaren mi tierra estamos muy "pobreticos" de estos eventos.
Me lo has relatado tan bien que parece como si lo
hubiese escuchado.
Un fuerte abrazo.
Muchas gracias, Elena, por tus palabras. Fue un placer recitar con tan magníficos poetas.
ResponderEliminarPues sí, Paco, fueron unos momentos fantásticos. Al próximo te vienes a los madriles.
ResponderEliminarGracias, a tí, Maria, por hacerme olvidar durante un rato lo que menos me gusta de la vida.
ResponderEliminarMuchísimas gracias Elena. ¿Por qué? Por todo... De verdad.
ResponderEliminarGracias, Elena, porque leerte anima a seguir escribiendo. Un abrazo muy grande!!
ResponderEliminarOs abrazo a los dos, Fernando y David, con todo mi cariño y mi admiración.
ResponderEliminarGracias por tu delicadeza y tu sensibilidad, Elena. Deliciosas palabras. Espero coincidir pronto contigo. Un abrazo grande
ResponderEliminarA ti por inspirarlas con tus versos. Un beso.
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