
Vamos, lo que viene siendo el fastidio que produce dejar de estar todo el día rascándote la barriga, comiendo paellas en el chiringuito o leyendo a la sombra de un árbol. Algo normal desde que el mundo es mundo, pues ya desde la Biblia se señala el trabajo como un castigo.
Vivimos en una sociedad de estiquetas y de estridencias en la que , para romper la monotonía de un día a día basado en la adquisición de meros bienes materiales, hay que buscar una causa patológica a algo que es completamente natural pero que convertirmos en agustia vital.
Que haga calor en Sevilla en verano, o que en Alicante las playas estén llenas es algo que recuerdan los más viejos del lugar y sin embargo se hace noticia convirtiendo lo banal en extraordinario. Al final también lo extraordinario se acaba convirtiendo en algo camuflado entre tantas obviedades y pasando totalmente desapercibido.
En fin, mis queridos lectores, en toda esta vorágine de manipulación no es de extrañar que la "cosa" política funcione como funcione. Hemos perdido el sentido de la proporción, de lo que importa y de lo que no., envolviendo en grandilocuencia aquello que no deja de ser algo cotidiano, y dejando pasar lo que en realidad importa.
¿Habrá con el tiempo algo parecido al síndrome de Rajoy para señalar a quien con la mayor cara dura del mundo se desliga de su responsabilidad y se la pasa a quien no la tiene?
Sed felices y buscad ilusiones, que es mejor remedio para afrontar la vuelta de vacaciones.