Tras una noche de mucho calor, nada extraño en un Madrid y en el mes de julio, me siento una vez más a escribir una nueva entrada en este blog.
He de reconocer que no lo hago con el entusiasmo de otras veces, quizá porque el poco descansar y el mucho sudar- rezumo lo mismo que un botijo- me hayan deshidratado un tanto las neuronas y, es cierto, me cuesta pensar. Pero no puedo faltar a esta cita con vosotros.
En dos días me marcharé a la playa, al mar que, como siempre digo, me espera año tras año. Allí disfrutaré con mi familia de unos días de asueto e ilusión, corregida y aumentada por la llegada de Martina, mi nueva nieta. Allí espero retomar fuerza e intentar una normalidad que estoy muy, muy lejos de sentir, arrastrada a mi pesar por esta convulsión diaria que me sumerge en la injusticia, en la incoherencia y en el agotamiento.
No son buenos tiempos, lo sé, para quienes intentamos mantenernos a flote junto con nuestros principios e ideales pero, por suerte, nos tenemos los unos a los otros. Vosotros me tenéis a mí y yo os tengo a vosotros en este mundo que construimos a diario donde la palabra, el poema, el arte, la música y los valores intentan sobrevivir a tanta mezquindad y tanta mentira.
Pero, como he dicho muchas veces, ser feliz cuando hay quienes persiguen que no lo seamos, es la mejor forma de rebeldía. Por eso deseo toda la felicidad del mundo, esa que se cose a puntadas nacidas de valorar aquello que tenemos y no lo que creemos que nos falta. Hay mucho de lo que disfrutar con solo mirar y no solo ver, con solo escuchar y no solo oír. Y sobre todo alegrarnos de tener el bien más preciado: la amistad, que nace de aquello que nos une y no de lo que nos separa y que mantenemos a través del teclado en este curioso mundo de las redes sociales.
Por eso deseo con todo mi corazón encontraros a todos a mi vuelta para volver a enredarnos. Os abrazo.
He de reconocer que no lo hago con el entusiasmo de otras veces, quizá porque el poco descansar y el mucho sudar- rezumo lo mismo que un botijo- me hayan deshidratado un tanto las neuronas y, es cierto, me cuesta pensar. Pero no puedo faltar a esta cita con vosotros.
En dos días me marcharé a la playa, al mar que, como siempre digo, me espera año tras año. Allí disfrutaré con mi familia de unos días de asueto e ilusión, corregida y aumentada por la llegada de Martina, mi nueva nieta. Allí espero retomar fuerza e intentar una normalidad que estoy muy, muy lejos de sentir, arrastrada a mi pesar por esta convulsión diaria que me sumerge en la injusticia, en la incoherencia y en el agotamiento.
No son buenos tiempos, lo sé, para quienes intentamos mantenernos a flote junto con nuestros principios e ideales pero, por suerte, nos tenemos los unos a los otros. Vosotros me tenéis a mí y yo os tengo a vosotros en este mundo que construimos a diario donde la palabra, el poema, el arte, la música y los valores intentan sobrevivir a tanta mezquindad y tanta mentira.
Pero, como he dicho muchas veces, ser feliz cuando hay quienes persiguen que no lo seamos, es la mejor forma de rebeldía. Por eso deseo toda la felicidad del mundo, esa que se cose a puntadas nacidas de valorar aquello que tenemos y no lo que creemos que nos falta. Hay mucho de lo que disfrutar con solo mirar y no solo ver, con solo escuchar y no solo oír. Y sobre todo alegrarnos de tener el bien más preciado: la amistad, que nace de aquello que nos une y no de lo que nos separa y que mantenemos a través del teclado en este curioso mundo de las redes sociales.
Por eso deseo con todo mi corazón encontraros a todos a mi vuelta para volver a enredarnos. Os abrazo.
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