Me da pavor la Semana santa, lo confieso. Me parece una fiesta triste y macabra, alrededor de la figura de un hombre torturado. Sí, no nos engañemos, se adora a la representación de Cristo que, independientemente de que se crea que es o no el hijo de Dios, aparece como protagonista de una de las muertes más crueles que se han dado en la Historia.
Me cuenta mi madre que ya desde pequeñita corría a ocultarme muerta de miedo tras de ella cuando veía a aparecer a los penitentes -los capirotes, les llamábamos- . No es de extrañar, porque, junto con el sonido de los tambores, parecen más una aparición fantamasgórica que piadosa o del Ku-Klux
-Klan. Y, todavia ahora, no soporto ver ninguna película en la que se recrea la Pasión de Cristo.
Jesús azotado, con sangre chorreando en los costados, presentado con la cabeza coronada con espinas, que también hacen brotar el vital elemento, colgado con los pies y las manos sujetas con enormes clavos y el costado abierto; en brazos de su madre, muerto, yacente, con los ojos entreabiertos, mientras alrededor la gente llora, grita, y canta, para acabar tomando tapas y chatos de vino.... Todo un fasto y una parafernalia alrededor de la tortura y de la idolatría.
Y qué decir de las incontables Vírgenes, bajo cientos de advocaciones, con los ojos llenos de lágrimas, eso sí, conformadas con perlas, trajes de brocados de oro y corazones atravesados por mil puñales, y cuya presencia provoca luchas entre los cofrades por decidir cuál de dichas Vírgenes es más guapa, como si se tratara del concurso de Miss procesión.
Serían incontables los ejemplos de crueldad también entre los fieles: los "picaos", que se azotan con cristales; los que se vendan los brazos a una cruz durante horas hasta que se les corta el riego sanguíneo; los que andan descalzos hasta sangrar, los que llevan cilícios... Y todo en el nombre del Señor y del perdón.
¿Será que somos un pueblo que en parte ama los espectáculos de tortura y muerte, como pasa con la fiesta de los toros?
Quizá es que me falta fé- seguro que me falta la que hace creer en una figura de Salcillo- pero no entiendo como alguien puede adorar esos ejemplos de tristeza y dolor.Y porque adoro la Vida no comprendo que se adore, que se jalee a la Muerte, por mucho que nos prometan la resurección al tercer día, algo que no está demostrado y mucho me temo que no se demostrará. Yo, por mi parte, me quedo con el Jesús del amor al prójimo, de la Bienaventuranzas y de los pobres.
Y de esta celebración llamada santa lo único que salvo es el potaje, las saetas y las torrijas.
Sed felices.
Me cuenta mi madre que ya desde pequeñita corría a ocultarme muerta de miedo tras de ella cuando veía a aparecer a los penitentes -los capirotes, les llamábamos- . No es de extrañar, porque, junto con el sonido de los tambores, parecen más una aparición fantamasgórica que piadosa o del Ku-Klux
-Klan. Y, todavia ahora, no soporto ver ninguna película en la que se recrea la Pasión de Cristo.
Jesús azotado, con sangre chorreando en los costados, presentado con la cabeza coronada con espinas, que también hacen brotar el vital elemento, colgado con los pies y las manos sujetas con enormes clavos y el costado abierto; en brazos de su madre, muerto, yacente, con los ojos entreabiertos, mientras alrededor la gente llora, grita, y canta, para acabar tomando tapas y chatos de vino.... Todo un fasto y una parafernalia alrededor de la tortura y de la idolatría.
Y qué decir de las incontables Vírgenes, bajo cientos de advocaciones, con los ojos llenos de lágrimas, eso sí, conformadas con perlas, trajes de brocados de oro y corazones atravesados por mil puñales, y cuya presencia provoca luchas entre los cofrades por decidir cuál de dichas Vírgenes es más guapa, como si se tratara del concurso de Miss procesión.
Serían incontables los ejemplos de crueldad también entre los fieles: los "picaos", que se azotan con cristales; los que se vendan los brazos a una cruz durante horas hasta que se les corta el riego sanguíneo; los que andan descalzos hasta sangrar, los que llevan cilícios... Y todo en el nombre del Señor y del perdón.
¿Será que somos un pueblo que en parte ama los espectáculos de tortura y muerte, como pasa con la fiesta de los toros?
Quizá es que me falta fé- seguro que me falta la que hace creer en una figura de Salcillo- pero no entiendo como alguien puede adorar esos ejemplos de tristeza y dolor.Y porque adoro la Vida no comprendo que se adore, que se jalee a la Muerte, por mucho que nos prometan la resurección al tercer día, algo que no está demostrado y mucho me temo que no se demostrará. Yo, por mi parte, me quedo con el Jesús del amor al prójimo, de la Bienaventuranzas y de los pobres.
Y de esta celebración llamada santa lo único que salvo es el potaje, las saetas y las torrijas.
Sed felices.
Totalmente de acuerdo.
ResponderEliminarGracias, Dolores.
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