jueves, 3 de enero de 2013

Enamorarse de la piedra.

Hace unos días me llegó uno de esos comentarios graciosos que te mandan por la Red y  que decía: el problema no es tropezar, sino que te guste la piedra.
Ingenio a parte, la verdad es que encierra cierta filosofía, porque en ocasiones, más de las que seguro nos gustaría, los errores cometidos una y otra  vez son más por nuestra atracción hacia la circunstancia del tropiezo que por falta de conciencia, a no ser que seas muy, muy terco, que los hay.
Los seres humanos somos capaces de justificar hasta límites insospechados, con tal de no perder, no abandonar o no dejar aquello que nos parece imprescindible, aunque tal cosa, la mayoría de las veces,  nos produzca la misma sensación que una china en el zapato.
Y es que cada uno de nosotros tenemos nuestra piedra: en el trabajo, en el amor, en la amistad, que hace que uno, a pesar de tener ya callo de golpearse con ella, vuelva pensando que la siguiente vez va a ser diferente. Pero no lo es, nunca lo es.
¡Con lo fácil que sería apartarla de nuesto camino! Y en cambio, cargamos con ella como Cristo con la cruz, en la esperanza de que se convierta en algo ligero, como pompa de jabón, que se eleve y nos evite la pesada carga. O, lo que es peor, intentamos razonar sin darnos cuenta de que es eso, un trozo de mineral inerte.
Total, que al final, acabamos enamorándonos de la piedra y, en algunos casos, poniéndola un piso.

Sed felices.

2 comentarios:

  1. Muy interesante observación, Elena. La mitad de las cosas que buscamos las buscamos por pura testarudez. Yo he estado toda mi vida pensando que la humanidad era perversa y he llevado una vida gris de ermitaño. La piedra en la que tropezaba cada vez que me encontraba con las personas era mi propio victimismo. Ahora que he empezado a cambiar esa actitud, el valle de lágrimas se ha convertido en paraíso terrenal.

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  2. Gracias, Luis. Todos tenemos nuestra piedra. Lo importante, creo, es no aferrarnos a ella. Y me alegra que ese cambio tuyo te haya abierto esas maravillosas perspectivas.
    Un abrazo.

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