Charlando el otro día con un amigo comentábamos sobre lo humano y lo divino. La verdad es que, cosa curiosa siendo él un hombre y yo una mujer, terminamos hablando de cual era lo que más nos gustaba del sexo opuesto. Yo -dije- como todo el mundo sabe, lo primero en que me fijo en un hombre es en las manos, para mi es la prueba del nueve, como ya tuve la oportunidad de comentarlo en este blog en una entrada hace meses. Después interrogué a mi amigo sobre cual era para él el objeto de su mirada. Me contestó:
- Te va a aparecer mentira, pero para mí la curva más sexy de una mujer es su sonrisa.
Le miré asombrada. Esperaba otras partes de la anatomía más habituales, sobre todo de cabeza para abajo o quizá, para los más poéticos, los sempiternos ojos . Pero no, mi amigo se fija en la sonrisa,.sobre todo- me dijo- en esa media sonrisa que esconde picardia, sensualidad y promesas.
Realmente no es que sea novedosa esta observación. Llevamos siglos admirando la sonrisa enigmática de la Mona Lisa, de la que se han escrito poemas, canciones y toda clase de literatura. ¿Quizá Leonardo supo, a través de su pincel, recoger la sensualidad que atribuimos a otras partes de la anatomía, y que inconscientemente nos atrae porque nos habla sin palabras?. No me cabe duda que el maestro Da Vinci no dio esa puntada sin hilo, conocedor de las claves de la mente humana.
En fin, que esta mañana, mientras me peinaba pensaba en ello y me he descubierto sonriendo ante el espejo.
Sed felices.
- Te va a aparecer mentira, pero para mí la curva más sexy de una mujer es su sonrisa.
Le miré asombrada. Esperaba otras partes de la anatomía más habituales, sobre todo de cabeza para abajo o quizá, para los más poéticos, los sempiternos ojos . Pero no, mi amigo se fija en la sonrisa,.sobre todo- me dijo- en esa media sonrisa que esconde picardia, sensualidad y promesas.
Realmente no es que sea novedosa esta observación. Llevamos siglos admirando la sonrisa enigmática de la Mona Lisa, de la que se han escrito poemas, canciones y toda clase de literatura. ¿Quizá Leonardo supo, a través de su pincel, recoger la sensualidad que atribuimos a otras partes de la anatomía, y que inconscientemente nos atrae porque nos habla sin palabras?. No me cabe duda que el maestro Da Vinci no dio esa puntada sin hilo, conocedor de las claves de la mente humana.
En fin, que esta mañana, mientras me peinaba pensaba en ello y me he descubierto sonriendo ante el espejo.
Sed felices.
Hoy es un día especial, 29 de febrero, eso no pasa todos los días. Y como la entrada va de sonrisas aquí te dejo la mía, aunque no se la de la Mona Lisa.
ResponderEliminarAh¡ se me olvidaba te pongo en mi blog en la sección de blogs amigos. ¡Hasta otra!
Gracias, Manuel. Bienvenido a Mi vida en tacones. Nos veremos en este u otros caminos literarios.
ResponderEliminarUn abrazo