Hace unos días, mis queridos lectores, tuve ocasión de escuchar una noticia curiosa, con ciertos matices de "frikada", como se dice ahora.
Parece ser que la filiación a las páginas de contactos ha experimentado una sustancial crecida en estos meses posveraniegos y otoñales. La razón, dicen los expertos, reside en que ante la posibilidad de tener que abordar un nuevo confinamiento total, de esos que solo puedes salir a la compra, a pasear al perro, o a tareas esenciales, muchos que hasta ahora se planteaban la "soltería" o ser "singles", dicho de manera cool, las pasaron canutas durante el estado de alarma, más aburridos que una ostra. Es comprensible por tanto, que escaldados como gatos que huyen del agua fría, quieran remediar esta situación, previendo que el siguiente confinamiento sea más llevadero.Ante esta situación me planteo ciertas cuestiones. ¿Habrán cambiado los parámetros de coincidencia? Tal vez ahora sea una gran ventaja saber hacer bizcochos, u otros bollos, incluso conocer un buen sustituto de la levadura si es que empeza a escasear en las tiendas, o si tiene buenos armarios capaces de almacenar cantidades ingentes de papel higiénico. Así mismo puede ser muy valorable estar suscrito a una de las plataformas de TV que nos ofrecen series y más series de todos los tipos y gustos. Para los más selectos puede caber también que en el domicilio elegido para confinarse haya una buena biblioteca. Y sin duda el Top será una conexión a internet que no se cuelgue si están teletrabajando dos a la vez.
Sí, ya sé, mis queridos lectores, que pensaréis en dónde dejo los sentimientos, la atracción, la química... Bueno, eso es importante cuando los acontecimientos son, vamos a llamarles, normales, pero, no cabe duda que ante semejante reto hay que dar una vuelta de tuerca.
Decía Gustavo Adolfo Bécquer que la soledad es buena si tienes a quien contarlo. Yo estoy completamente de acuerdo. Por ello me parece absolutamente comprensible que haya quien se cura en salud y quiere, ante esta época tan incierta, unir su soledad a otra soledad, y , quién sabe, tal vez esta pandemia sea la cómplice involuntaria de grandes historias de amor.
¡Llamadme romántica!
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