Aquellos que hayan leído EL PARAÍSO PERDIDO de Milton sabrán que Pandemonium se refiere a la capital del Infierno, así llamada por
el autor. Pero esa palabra de origen griego tiene otras acepciones, entre ellas
la de ruido, confusión, jaleo. Y todas me sirven para el argumento de este
artículo.
Porque el panorama político al
que nos enfrentamos desde hace varios meses está lleno de ruido, de broncas, de
estruendos verbales por una parte de la sociedad jaleada por los políticos y medios de la derecha ya ultra, que convierten el día a día en un agotamiento de
intenciones. Esto unido al calor de la canícula que se nos aproxima, más parecido al del Averno, nos
da la fórmula perfecta del Pandemónium.
Una cree que por experiencia ya
ha visto de todo, o de casi todo, respecto a situaciones en las que las
alianzas, los pactos y las movilizaciones a izquierda y derecha de los partidos
sitúan cada encrucijada política. Nada más lejos de la realidad. Creo que a todos nos han movido los límites y
nos está costando separar la realidad de las ambiciones, de los delirios y de
la falta de rigor de muchos.
¿Qué ha sido de las ideologías?
¿Dónde de hemos dejado los valores y los principios? ¿En qué momento la
información pasa a ser solo titulares a golpes de clic? ¿Cuándo la verdad se
reduce a mínimo grupo de caracteres?
Hay tanto ruido, tantas voces
altisonantes que impiden el simple hecho de elaborar un pensamiento, una idea,
que una parte de la sociedad ha optado por no pensar. ¿Para qué? Es mejor
asumir aquellas ideas que te dan ya precocinadas en los microondas televisivos,
o en los libelos sin importar que estén
requemadas, manipuladas o revenidas. Si cuadra se compra, aunque ponga en peligro la salud de los conciudadanos o sea jalear la caída del Gobierno es una situación tan complicada como la que tenemos.
Ya no existe la VERDAD. Existe
esa hija bastarda del Pandemonium
llamada POSVERDAD, que distorsiona y
retuerce palabras y hechos para conseguir modelar la opinión pública. Así nos están
vendiendo los inútiles y mediocres la forma de hacer política y así nos están
llevando a quienes creemos que la sociedad se merece justicia e igualdad a las
mismas puertas del Infierno a base de chantajes de apoyos por sillones.
Al igual que Ulises ante los
cantos de sirena hemos de atarnos al mástil de la sensatez. No debemos caer en
el escepticismo de que la política es un nido de aprovechados, que no anteponen el mensaje de las urnas
a los intereses personales.
El pasado diciembre un partido
ganó las elecciones, y es el que tiene que gobierna en una coalición de progreso,
acordando, sí, pero preservando aquello por lo que le votó una amplia mayoría
de electores. Todo lo demás y no me cansaré de decirlo no es más que la
distracción de malos prestidigitadores a los que cada vez más se les ve las
cartas en la manga, el conejo en la chistera y la inutilidad en sus acciones. Todo,
eso sí, aderezado por un insoportable ruido.
(Ilustración Pandemonium, de John Martin. Museo del Louvre).
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