viernes, 26 de diciembre de 2025

Carta abierta a un patriota ultracatólico.

 

 



 

Estimado (por cortesía) patriota ultracatólico,:

Me dirijo a usted cuando nos vamos aproximando al fin de 2025, un año duro para quienes creemos en los derechos humanos y, sobre todo, en la solidaridad

Hace tiempo que renuncié a entender cómo alguien que sigue las directrices de defender a la Patria, en este caso a España, impulsa con su voto y su opinión a aquellos que quieren acabar con una parte de quienes la forman a través de una involución que nos hace retroceder medio siglo. Una patria excluyente, identitaria y rígida que en nada responde a la realidad; una patria que no es una comunidad diversa y cambiante, sino una identidad cerrada, que exige homogeneidad cultural y lealtad absoluta, y que se define tanto por lo que es como por quiénes quedan fuera. Eso no es España, ni tampoco lo que queremos las personas de bien para nuestros hijos e hijas, y futuras generaciones.

Por si fuera poco enarbola también la bandera del ultracatolicismo. Imagino que en estos  días habrá vivido una fervorosa fe en la Noche buena y la Navidad recordando el nacimiento de Jesús. Pero también le señalo que si lo ha hecho así, si ha sido capaz de acercarse al Portal, tras haber defendido una políticas xenófobas, homófobas y patrioteras, nada más lejos del mensaje evangélico.

Al igual que en el  caso de la Patria, también hace tiempo que renuncié a entender cómo alguien ultracatólico, o por lo menos que lo predica, puede estar tan alejado de las palabras de lo que es el fundamento del cristianismo, base del catolicismo. Porque lo que Jesús predicó (o así se cree) no es otra cosa que amor al prójimo, sin distinción de extranjeros, marginados o "diferentes". El Evangelio pone a la persona en el centro, usted pone a la patria, el orden y el poder  por encima de la persona. En resumen, su pastiche de patria y ultracatolicismo entra en profunda contradicción con el mensaje evangélico en varios aspectos centrales del cristianismo. No es una diferencia menor o interpretativa, sino un choque de núcleos éticos del Evangelio.

Sé que de nada servirá esta carta, ni su contenido, para que le haga mella en ese fanatismo que día a día desgasta los valores democráticos de nuestro país. Pero por lo menos esta humilde mujer socialista, que lleva más de media vida peleando por los derechos y para mejorar la vida de las personas, no va a callar ante esos desmanes provocados por usted y quienes han decidido una involución perversa.

Y termino con un versículo de Juan 4:20 que resume mi comentario: "Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; porque el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios a quien no ha visto".

Pues eso.




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