domingo, 22 de abril de 2018

Sobre los libros

Que una escritora diga que no concibe su vida sin los libros es, como poco, redundante. De lo contrario estaríamos ante la situación paradójica de que un cirujano abominara de su instrumental o un músico de su instrumento.

Ante de ser escritora, muchísimo antes, fui una lectora impenitente. Antes de ser lectora ya tenía en mis manos cuentos ilustrados, de los que recuerdo, aún, su aroma a papel recién tintado y la textura de sus páginas, tan diferentes de la firmeza de la cubierta.

Luego vinieron los libros más serios en los que aprender, algunos subrayados con lápiz para remarcar aquello que era importante y de lo que seguro, algo caería en los exámenes. Y también otros que iban llenando las tardes y las noches de historias de amor, de aventuras, de terror.

Ya siendo universitaria viví como amante de los libros una experiencia maravillosa. Realizando mi tesis de licenciatura tuve la oportunidad de consultar ejemplares que se encuentran, o se encontraban, en una sección llamada - creo recordar- de Raros y manuscritos. Allí se guardaban ediciones antiquísimas que había que manejar con guantes, y que eran de una belleza excepcional.

Novela, biografías, poesía, relatos, libros siempre a mi alrededor que llenan las estanterías hasta en tres filas y que, en ocasiones, han de ocupar un lugar discreto en el suelo, dentro de cajas, esperando ocupar su sitio definitivo.

Ahora, como si de la concesión del mejor de los deseos, veo mi nombre en la cubierta de mis libros. Cuando los abro siguen oliendo a nuevo, y permanece ese mismo tacto de mi infancia, y la cubiera sigue teniendo esa firmeza. Pero son mis palabras las que ocupan sus páginas, son mis versos. Entonces pienso que otras personas, vosotros, mis queridos lectores, sentís en  mis libros las mismas emociones que yo he sentido: el amor, la aventura, el terror.

No soy mujer, ni mucho menos, que de la espalda a la tecnología. Acepto la digitalición de la escritura- no se pueden poner puertas al campo- pero defiendo y defenderé que mis historias, que mis poemas, encuentren acomodo en ese mundo hecho de papel que sigue acariciando mis dedos.

Sed felices.

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