Hablemos de
poesía. ¡Ah! Pero si la
poesía no vende, no se lee… Y esto… ¿Por qué?
Si fuera capaz de contestar a ese interrogante
poetas y editores ya me habrían hecho rica, pagándome sustanciosas cantidades
de dinero para que revelara la respuesta a esta constante pregunta.
Obviamente no
tengo la fórmula magistral pero creo, que como en tantas cosas, existe una
pésima pedagogía frente a la lectura de poemas, culpa a veces de algunos poetas
que se sienten dichosos de formar parte de una élite de malditos.
Es curioso
constatar como en las edades más
tempranas son muchos los adolescentes que vuelcan toda su sensibilidad
acrecentada hormonalmente escribiendo poemas, que en la mayoría de los casos no
son más que ripios. No obstante consiguen el resultado de paliar esos males de
amores que hace que se desangren en romanticismo.
Pero poco a
poco, con el pasar del tiempo, esa cercanía a la poesía se va convirtiendo en
distancia y aquellos que permanecen en ese afán de querer convertir sus palabras
en lírica van siendo los menos, pasando al club de la minoría.
La poesía no se
entiende, dicen algunos. La poesía es para cuatro frikis, dicen otros… El caso
que los unos por los ajenos, la casa sin barrer.
No sé si porque
esta vez me toca muy cerca el tema pero
si que en estos últimos tiempos reflexiono mucho sobre cómo encontrar ese “truco” que acerque a más
lectores al mundo poético, que sin lugar a dudas está lleno de belleza, de
sensibilidad, de pasión.
El próximo día 8
de noviembre presentaré mi segundo poemario Los
poemas no cotizan en bolsa (Ediciones Vitruvio). Para muchos que me conocen
como narradora puede ser que sea una
sorpresa, aunque para otros, los más cercanos,
solo ha resultado un escalón más en mi vida literaria, en mi necesidad
por expresar.
Por eso quisiera
servirme de esta oportunidad no solo para acercar esta nueva publicación a los
amantes de la poesía sino también la de despojar de todo elitismo y falta de
sencillez a esta maravillosa forma de hacer llegar la palabra.
Siempre me he
considerado narradora, una buena narradora en opinión de algunos. Por eso
cuando empecé a escribir poesía, hace unos cinco años, fui la primera que me
deje llevar por una especie de asombro y entonces me hice la segunda pregunta
del millón : ¿por qué escribir poesía? A pesar de que
podría haber varias respuestas, las
resumiría en dos: para poder expresar las emociones y para comprender cuál es el resultado en mí de esas emociones.
El acto de
escribir poesía es egoísta, el la supremacía del YO. No existe entrega al
lector, como en la narrativa, de una historia. En un poema se vierten las
emociones para poder sentirlas, tocarlas, olerlas, y volverlas a hacer mías.
Entonces, ¿cuál
es el milagro de la poesía? Pues que en ese proceso egocéntrico, repito, cuando
los versos se trasladan al libro o la rapsodia en un recital y, por no sé sabe
qué causalidad, llegan al centro del que lo lee o escucha se produce una
sinapsis, como la de las neuronas cerebrales, pero en este caso emocional. Algo
parecido a la colisión de dos planetas, que forman la razón de ser del poema. Y
ya no es mío, sino de los demás, creando más egos poéticos.
Queridos
lectores: sed egoístas y leed poesía. Daros ese gustazo, vivir ese placer;
paladead las palabras, degustad las imágenes, miraros vuestro ombligo
literario. Pensad en el gran Bécquer cuando dijo que “podrá no haber poetas,
pero siempre habrá poesía”.
Me gusta la poesía, supongo que debo incluirme en ese grupo de frikis que de vez en cuando intentamos hacer una rima, uno versos encadenados comenzando por pareados.
ResponderEliminarCuando quieras pasa por mi blog para ver la última que escribí
¡Adiós septiembre!
Y antes de finalizar retomo al señor Bécquer...
¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía... eres tú.