Como en una de esas películas cómicas de cine mudo, que son en el fondo dramas y que nos hacen reír por no llorar, vamos viviendo este largo camino del llamado "proceso catalán", lleno de catastróficas desdichas, fruto de la falta de capacidad de las partes ( además de la ilegalidad de una de ellas) que hubieran tenido que llegar a un encuentro.
Hace una semana del tan cacareado "referendum", consulta sobre la que no voy a volver pues creo que a lo largo de estos días ya he ido diciendo lo que tenía que decir. He de confesar que el domingo pasado fue unos de los días más amargos de mi vida en relación con la política, teniendo en cuenta que siendo socialista y de Pedro Sánchez las he pasado canutas.
Yo no me considero patriota, es decir, no sé exactamente que tendría que sentir para serlo. Tampoco siento el "orgullo" de ser española. Lo soy, como soy morena y mujer. Es algo consustancial a mí, que acepto y con lo que convivo.Sin embargo sí me siento orgullosa de mi talante democrático, construído durante mucho tiempo a base de diálogo, tolerancia y comprensión canalizada hacia unos cauces legales. Por eso,de todo este proceso lleno de desdichas lo que más me ha podido doler es que se han reído de la democracia y de todo su significado.
Porque las leyes no se incumplen, se cambian. Y se cambian a través de los cauces que todos y todas nos hemos dado para ello. En cambio hemos preferido montar un circo en el que nadie, absolutamente nadie va a salir ganando.
Hace un mes, en esas infaustas sesiones del Parlament de Cataluña vimos la primera parte de esta ceremonia de la confusión. Fuimos testigos de cómo, con un solo diputado más (pero con menos votos) se intentaba cercenar un país, bajo el lema de tener derecho a decidir...¿Decidir el qué?
La segunda de las desdichas fue el convencimiento de que el referendum recogía otro derecho, el de votar. Totalmente de acuerdo, pero para llevar a cabo ese derecho lo primero que se ha de hacer es que esa votación se realice bajo circunstancia legales, y no esa patochada que pudimos ver.
Un día negro para la historia de España. No quito ni un ápice de peso a las cargas policiales, pero eso era algo que se daba por descontado, sino ¿por qué veíamos a niños y ancianos en la vanguardia?Soy solidaria con los heridos, pero, y de esos sabemos mucho los que corrimos delante de los grises, si vas, te arrean. Curiosamente, eso fue lo que copó los informativos (en la Sexta, con mi "admirado" García Ferreras las imágenes eran un bucle de veinticuatro horas) y no el hecho de que se hubieran pasado las leyes por el forro.
Tras ese domingo negro una semana de vértigo: empresas abandonando sus sedes en Cataluña ante la posible toma de porde de los anticapitalistas ( y sí, sí es importante,s sobre todo para la confianza de los inversores), escraches a la Guardia Civil, y Puigdemont y compañía sin saber si cortarse las venas o dejárselas largas.
Por el otro lado tenemos a un presidente del Gobierno cuya táctica es la espera, al acecho, soltando alguna perla de vez en cuando en la que "hacer lo que se debe hacer" es su mantra, mientras ha dejado que la manzana madurara hasta que se pudriera.
Ganas me dan, mis querido lectores, de decir que nos está bien empleado. La "nueva política" se intentó cargar al único partido capaz de servir de dique y cauce a los independentistas y de haber llevado a cabo un proceso más coherente y dialogante. Pero no, se abrieron las puertas a los antisistema, esos que están ahora por la toma del aeropuerto y el puerto de Barcelona como una de las primeras medidas tras la DUI, y que, en un maridaje absurdo, como tomar langosta con coca cola, se han unido a la alta burgesía catalana. Esos que dicen que mejor que se marchen todas la empresas porque de esa manera se empieza de cero. Es todo tan fuera de la realidad, tan lejos de lo que se necesita en una sociedad del siglo XXI, tan pensado con las tripas que no tiene otro remedio que fracasar.
Sí, porque el intentar acabar con el PSOE y su hermano el PSC ha convertido la política en una serie de excesos tanto por la derecha como por la izquierda, abandonando todo el talante de diálogo que políticos como Rodriguez Zapatero aplicaron con tanto éxito en el país vasco . Diálogo, sí, pero sin rehenes. Porque no se puede sentar a dialogar sin estar a la par.
En fin, que no creo que esta serie de catastróficas desdichas hayan llegado a su término. Ante nosotros tenemos la incógnita de la declaración unilateral y luego ¿qué?
Y para colmo de males no llueve...
Sed felices.
Hace una semana del tan cacareado "referendum", consulta sobre la que no voy a volver pues creo que a lo largo de estos días ya he ido diciendo lo que tenía que decir. He de confesar que el domingo pasado fue unos de los días más amargos de mi vida en relación con la política, teniendo en cuenta que siendo socialista y de Pedro Sánchez las he pasado canutas.
Yo no me considero patriota, es decir, no sé exactamente que tendría que sentir para serlo. Tampoco siento el "orgullo" de ser española. Lo soy, como soy morena y mujer. Es algo consustancial a mí, que acepto y con lo que convivo.Sin embargo sí me siento orgullosa de mi talante democrático, construído durante mucho tiempo a base de diálogo, tolerancia y comprensión canalizada hacia unos cauces legales. Por eso,de todo este proceso lleno de desdichas lo que más me ha podido doler es que se han reído de la democracia y de todo su significado.
Porque las leyes no se incumplen, se cambian. Y se cambian a través de los cauces que todos y todas nos hemos dado para ello. En cambio hemos preferido montar un circo en el que nadie, absolutamente nadie va a salir ganando.
Hace un mes, en esas infaustas sesiones del Parlament de Cataluña vimos la primera parte de esta ceremonia de la confusión. Fuimos testigos de cómo, con un solo diputado más (pero con menos votos) se intentaba cercenar un país, bajo el lema de tener derecho a decidir...¿Decidir el qué?
La segunda de las desdichas fue el convencimiento de que el referendum recogía otro derecho, el de votar. Totalmente de acuerdo, pero para llevar a cabo ese derecho lo primero que se ha de hacer es que esa votación se realice bajo circunstancia legales, y no esa patochada que pudimos ver.
Un día negro para la historia de España. No quito ni un ápice de peso a las cargas policiales, pero eso era algo que se daba por descontado, sino ¿por qué veíamos a niños y ancianos en la vanguardia?Soy solidaria con los heridos, pero, y de esos sabemos mucho los que corrimos delante de los grises, si vas, te arrean. Curiosamente, eso fue lo que copó los informativos (en la Sexta, con mi "admirado" García Ferreras las imágenes eran un bucle de veinticuatro horas) y no el hecho de que se hubieran pasado las leyes por el forro.
Tras ese domingo negro una semana de vértigo: empresas abandonando sus sedes en Cataluña ante la posible toma de porde de los anticapitalistas ( y sí, sí es importante,s sobre todo para la confianza de los inversores), escraches a la Guardia Civil, y Puigdemont y compañía sin saber si cortarse las venas o dejárselas largas.
Por el otro lado tenemos a un presidente del Gobierno cuya táctica es la espera, al acecho, soltando alguna perla de vez en cuando en la que "hacer lo que se debe hacer" es su mantra, mientras ha dejado que la manzana madurara hasta que se pudriera.
Ganas me dan, mis querido lectores, de decir que nos está bien empleado. La "nueva política" se intentó cargar al único partido capaz de servir de dique y cauce a los independentistas y de haber llevado a cabo un proceso más coherente y dialogante. Pero no, se abrieron las puertas a los antisistema, esos que están ahora por la toma del aeropuerto y el puerto de Barcelona como una de las primeras medidas tras la DUI, y que, en un maridaje absurdo, como tomar langosta con coca cola, se han unido a la alta burgesía catalana. Esos que dicen que mejor que se marchen todas la empresas porque de esa manera se empieza de cero. Es todo tan fuera de la realidad, tan lejos de lo que se necesita en una sociedad del siglo XXI, tan pensado con las tripas que no tiene otro remedio que fracasar.
Sí, porque el intentar acabar con el PSOE y su hermano el PSC ha convertido la política en una serie de excesos tanto por la derecha como por la izquierda, abandonando todo el talante de diálogo que políticos como Rodriguez Zapatero aplicaron con tanto éxito en el país vasco . Diálogo, sí, pero sin rehenes. Porque no se puede sentar a dialogar sin estar a la par.
En fin, que no creo que esta serie de catastróficas desdichas hayan llegado a su término. Ante nosotros tenemos la incógnita de la declaración unilateral y luego ¿qué?
Y para colmo de males no llueve...
Sed felices.
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