Os escribo mis queridos lectores después de un fin de semana en el que la serenidad ha vuelto a mi espíritu tras la farsa del pasado viernes 27 de octubre.
He de confesaros que cuando vi a la diputada de la CUP Anna Gabriel hablar de que la votación secreta era para evita "las pesecuciones y las torturas" a las que se podían ver sometidos por el estado español se me revolvieron las tripas de tal manera que tuve que salir de la habitación.En todos mis años de relación con la política jamás había oído semejante difamación en aras de poner el último clavo a la democracia.El ejemplo de cobardía mayor que se podía mostrar.
Todo este proceso ha estado plagado de mentiras disfrazadas de idealismo y de llamadas al patriotismo, más cercano al sainete que a la realidad.Tal vez la falacia más grande es que no ha sido un proceso violento por parte del independentismo: eso es mentira. No hace falta quemar contenedores o banderas, o dar palos para ser violentos. Lo que los independentistas han ejercido es una forma soterrada de violencia psicológica hacia quienes no querían ni comulgaban con su proyecto, secuestrando el parlamento y la democracia y mostrando a España como un país nefasto.
Nadie puede negar que hemos estado ante un bulling ciudadano en toda su extensión por parte de los independentistas. No quiero pensar cómo se han sentido aquellos que , estando en contra de esta locura, veían como día a día se usurpaba el poder de la mayoría en aras del interés de la minoría; como las empresas se marchaban sin que todavía se sepa realmente cuáles son las consecuencias futuras para la economía y el empleo; como eran señalados en los colegios o en el trabajo... Eso es, en toda su extensión, violencia, como también lo es manipular noticias, vídeos, fotografías para dar una imagen de un estado represor, de un país antidemocrático, de unas fuerzas de seguridad del estado que solo saben dar palos...También es violencia someter a casi la mitad de los diputados de un parlamento a la humillación y el desprecio, manejando a su antojo el reglamento, las decisiones y la palabra, obligándoles a abandonar sus escaños obtenidos democráticamente Todo, todo esto es violencia.
Que nadie me diga que los independentistas han sido pacíficos, porque esa es la gran mentira. Con toda la poca vergüenza de quien no le importa los daños si le benefician para su delirio, han llevado a cabo el secuestro de siete millones de personas, unas que, engañadas por un imposible, les han servido de peones; otros impotentes al ver sus derechos pisoteados. ¿Hay que agaradecerles que aunque hayan querido dar un golpe de Estado no hayan dado palos a la gente? Pues va a ser que no.
Puigdemont, Forcadell, Gabriel, Romeva, Junqueras y demás adláteres, cobardes maltratadores de la democracia, de la justicia y de la igualdad. Y como tal los deben juzgar los tribunales y la Historia.
Sed felices.
(Fotografía El Diario. es)
He de confesaros que cuando vi a la diputada de la CUP Anna Gabriel hablar de que la votación secreta era para evita "las pesecuciones y las torturas" a las que se podían ver sometidos por el estado español se me revolvieron las tripas de tal manera que tuve que salir de la habitación.En todos mis años de relación con la política jamás había oído semejante difamación en aras de poner el último clavo a la democracia.El ejemplo de cobardía mayor que se podía mostrar.
Todo este proceso ha estado plagado de mentiras disfrazadas de idealismo y de llamadas al patriotismo, más cercano al sainete que a la realidad.Tal vez la falacia más grande es que no ha sido un proceso violento por parte del independentismo: eso es mentira. No hace falta quemar contenedores o banderas, o dar palos para ser violentos. Lo que los independentistas han ejercido es una forma soterrada de violencia psicológica hacia quienes no querían ni comulgaban con su proyecto, secuestrando el parlamento y la democracia y mostrando a España como un país nefasto.
Nadie puede negar que hemos estado ante un bulling ciudadano en toda su extensión por parte de los independentistas. No quiero pensar cómo se han sentido aquellos que , estando en contra de esta locura, veían como día a día se usurpaba el poder de la mayoría en aras del interés de la minoría; como las empresas se marchaban sin que todavía se sepa realmente cuáles son las consecuencias futuras para la economía y el empleo; como eran señalados en los colegios o en el trabajo... Eso es, en toda su extensión, violencia, como también lo es manipular noticias, vídeos, fotografías para dar una imagen de un estado represor, de un país antidemocrático, de unas fuerzas de seguridad del estado que solo saben dar palos...También es violencia someter a casi la mitad de los diputados de un parlamento a la humillación y el desprecio, manejando a su antojo el reglamento, las decisiones y la palabra, obligándoles a abandonar sus escaños obtenidos democráticamente Todo, todo esto es violencia.
Que nadie me diga que los independentistas han sido pacíficos, porque esa es la gran mentira. Con toda la poca vergüenza de quien no le importa los daños si le benefician para su delirio, han llevado a cabo el secuestro de siete millones de personas, unas que, engañadas por un imposible, les han servido de peones; otros impotentes al ver sus derechos pisoteados. ¿Hay que agaradecerles que aunque hayan querido dar un golpe de Estado no hayan dado palos a la gente? Pues va a ser que no.
Puigdemont, Forcadell, Gabriel, Romeva, Junqueras y demás adláteres, cobardes maltratadores de la democracia, de la justicia y de la igualdad. Y como tal los deben juzgar los tribunales y la Historia.
Sed felices.
(Fotografía El Diario. es)
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