lunes, 22 de abril de 2013

Amor de madre

La habían golpeado, arañado, abierto en surcos. Con extrañas máquinas, a lo largo del tiempo, modificaron su aspecto exterior. Tatuado su cuerpo con cemento, con hormigón. Quemado sus bosques, secado sus ríos...
Y sin embargo, no podía evitar amar a esa extraña especie que, un día, como resultado de su evolción casi mágica, se puso sobre los dos pies y grabó en su código genético como único objetivo conquistarla.
Si bien es cierto que alguna veces se rebelaba y se agitaba de tal manera que provocaba aquello que llamaban desatres naturales, sabía que les había dado más que lo que recibía.
Los humanos eran soberbios, tercos: les costaba darse cuenta de que dependían de ella; como chiquillos malcriados, se empeñaban en cometer una y otra vez los mismos errores. Por eso ella no tenía más remedio que, de vez en cuando, recordarles que solo eran eso,
humanos.
Les amaba, amaba a esos hombres y mujeres que recorrían cada día su superficie, inconscientes de ella incluso,  cuando la empapaban  con su sangre derramada en guerras sin sentido, ella les acogía en su último viaje, abriendo su seno o mezclándose con sus cenizas.
Sabía de sus defectos, pero también de sus virtudes, de su capacidad de extasiarse con sus paisajes, son su flora, y de dedicarle los más bellos poemas de agradecimiento.
Porque ella era la Madre Tierra , y una madre siempre quiere a sus hijos, a pesar de todo, o quizá por ello....

Sed felices.

 Hoy, 22 de abril, es el Día de la Tierra.



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