viernes, 12 de abril de 2013

Las gallinas que entran por las que salen

Tiempo ha que comento mi viaje diario entre dos mundos, aunque últimamente recalo más en uno de ellos, en el literario, que en otro, el cotidiano. Pero, claro, no hay más remedio que tomar contacto con el mundo real, que me parece, en ocasiones,  más increible que el de mis relatos.

Y eso he hecho hace un  rato, asomándome-craso error- a esa ventana de desdichas -excepto en los espacios deportivos en los que este país sí es el de las maravillas-, que es la televisión. Y, mire usted, que  me encuentro con nuestro ínclito ministro de Hacienda -cuyo parecido con el señor Burns de los Simpson cada día es mayor- que, con esa sonrisa que me hiela la sangre, tranquilizaba al personal diciendo que no se subirían los impuestos, aunque todavía hay que hacer algunos ajustes, es decr, más recortes. (Aquí, pelos como escarpias).

No sé ya de dónde, sinceramente, van a recortar, a no ser que empiecen a vender España a cachitos a Francia- a Portugal, imposible, están más caninos que nosotros-, porque de servicios estamos en lo mínimo.

Una no es que sea ducha en economía, pero sí entiendo que un equilibrio presupuestario consiste en que gastos e ingresos estén equiparados, es decir las gallinas que entren por las que salen. Pero si solo estamos dejándo salir a las gallinas y no estamos metiendo, al final ya no habrá gallinas, ni huevos, ni nada... Vamos, que es de cajón. Pero este gobierno de Rajoy se ha colocado en lo facilón, en lo más cómodo, que es recortar gastos, demostrando su incapacidad a la hora de generar ingresos- menos para Bárcenas y compañía, para lo que andan sobrados. (Aquí sonrisa, chiste fácil). La ley de empleo es un claro ejemplo de su absoluta falta de ideas para crear recursos.

Y cada vez quedan menos gallinas, y las que tenemos están escuchimizadas y sin fuerzas, y acabarán muriendo y solo nos quedará el corralito.(Aquí, asombro, y otra vez pelos como escarpias, pues se ha entendido el doble sentido)

En fin, que me vuelvo al otro lado del espejo, a seguir preparando la presentación de mi libro. Allí, por lo menos, no está Montoro para meter la tijera, porque si no ya no sería una novela, sino un microrrelato.

Sed felices.

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