Desenvuelta del velo opaco de mi presentación literaria, que me ha mantenido ajena durante todos estos días a la vida cotidiana vuelvo, una vez más, a ser consciente del mérito de afrontar el día día.
Cuando una se siente tan afortunada como yo por poder llevar a cabo sus sueños, duele todavía más ver de lo que somos capaces los seres humanos y me hundo en la más absoluta de las estupefacciones.
¿Quién puede encontrar sentido a matar a inocentes como ha pasado en Bostón? Siempre que veo ese espectáculo pienso en que podrían ser mis hijos, mis hermanos, gente conocida, los que en un momento dado, y solamente por estar en ese sitio, en ese instante, cayeran en las manos de una muerte injusta, provocada y sin excusa.
Todos se preguntan quién. Yo creo que solo alguien que odie la vida, que le asquee la suya propia puede sentir tanto desprecio por la de los demás. Quizá sea alguien con carencias afectivas, con frustraciones vitales o simplemente un monstruo, porque los monstruos no miden dos metros y tienen dos cabezas, ni vienen del espacio exterior. Están en las cabezas de aquellos que han perdido la esperanza por vivir, por un día del sol, por un libro o una sinfonía, que solace su espíritu, y el mundo es para ellos un lugar oscuro y tétrico
.No voy a caer en la facilidad de culpar a la televisión o los video juegos, no, eso sería muy simple. Pero no cabe duda que educar la sensibilidad, que ese papel de celofán que envuelve nuestra vida para hacerla más llevadera, es primordial.
Creo que la mejor muestra del éxito de mi novela será cuando algún día un lector se acerque a mi y me diga: "¿Sabes? leer Como el viento en la espalda me ha hecho sentir mejor".
Sed felices.
Cuando una se siente tan afortunada como yo por poder llevar a cabo sus sueños, duele todavía más ver de lo que somos capaces los seres humanos y me hundo en la más absoluta de las estupefacciones.
¿Quién puede encontrar sentido a matar a inocentes como ha pasado en Bostón? Siempre que veo ese espectáculo pienso en que podrían ser mis hijos, mis hermanos, gente conocida, los que en un momento dado, y solamente por estar en ese sitio, en ese instante, cayeran en las manos de una muerte injusta, provocada y sin excusa.
Todos se preguntan quién. Yo creo que solo alguien que odie la vida, que le asquee la suya propia puede sentir tanto desprecio por la de los demás. Quizá sea alguien con carencias afectivas, con frustraciones vitales o simplemente un monstruo, porque los monstruos no miden dos metros y tienen dos cabezas, ni vienen del espacio exterior. Están en las cabezas de aquellos que han perdido la esperanza por vivir, por un día del sol, por un libro o una sinfonía, que solace su espíritu, y el mundo es para ellos un lugar oscuro y tétrico
.No voy a caer en la facilidad de culpar a la televisión o los video juegos, no, eso sería muy simple. Pero no cabe duda que educar la sensibilidad, que ese papel de celofán que envuelve nuestra vida para hacerla más llevadera, es primordial.
Creo que la mejor muestra del éxito de mi novela será cuando algún día un lector se acerque a mi y me diga: "¿Sabes? leer Como el viento en la espalda me ha hecho sentir mejor".
Sed felices.
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