He oído repetir estos últimos días que el portavoz de la oposición, en palabras de partido del gobierno, no tiene autoridad moral para criticar la gestión. Autoridad moral... Una expresión que oigo con bastante frecuencia y que funciona como un burladero tras el que esconderse para descalificar al adversario, y de esa manera cercenar cualquier crítica.
Durante estas últimas semanas, meses diría yo, la moral brilla por su ausencia, sobre todo en aquellos que no es que vean la paja en el ojo ajeno, es que son incapaces de ver que cada vez su discurso va cayendo más en el ridículo de justificar lo injustificable, ante la estupefacción y, porque no, el soberano cabreo de una ciudadanía que está hasta la peineta.
Lógicamente, se podría decir que mi opinión viene sesgada por mi ideología. Nada más lejos. Me siento absolutamente entristecida por la situación en que veo a mi país, a mis conciudadanos, embarcados en una nave que va sin rumbo y con un timonel bajo sospecha y querría, por el bien general, que las cosas fueran distintas.
No sé si es este catarro que ha hecho presa de mi y que me tiene medio atontada por la febrícula, pero en contra de mi costumbre, hoy me parece todo un poco más gris, a pesar de la luminosidad de este día de febrero. Me resisto a caer en la nostalgia, aunque no puedo por menos que pensar en el camino recorrido desde hace más de treinta años para acabar con este panorama, que se nos viene encima desde los medios de comunicación, desde las redes sociales y que no deja títere con cabeza.
Autoridad moral... ¿Quién tira la primera piedra?
Sed felices.
Durante estas últimas semanas, meses diría yo, la moral brilla por su ausencia, sobre todo en aquellos que no es que vean la paja en el ojo ajeno, es que son incapaces de ver que cada vez su discurso va cayendo más en el ridículo de justificar lo injustificable, ante la estupefacción y, porque no, el soberano cabreo de una ciudadanía que está hasta la peineta.
Lógicamente, se podría decir que mi opinión viene sesgada por mi ideología. Nada más lejos. Me siento absolutamente entristecida por la situación en que veo a mi país, a mis conciudadanos, embarcados en una nave que va sin rumbo y con un timonel bajo sospecha y querría, por el bien general, que las cosas fueran distintas.
No sé si es este catarro que ha hecho presa de mi y que me tiene medio atontada por la febrícula, pero en contra de mi costumbre, hoy me parece todo un poco más gris, a pesar de la luminosidad de este día de febrero. Me resisto a caer en la nostalgia, aunque no puedo por menos que pensar en el camino recorrido desde hace más de treinta años para acabar con este panorama, que se nos viene encima desde los medios de comunicación, desde las redes sociales y que no deja títere con cabeza.
Autoridad moral... ¿Quién tira la primera piedra?
Sed felices.
Bueno, ya sabes que a la gente le encanta sentirse superior a los demás... Estas pequeñas trampas del ego.
ResponderEliminarLo sé... Pero me entristece a veces tanta mezquindad y tanta falsa moneda.
ResponderEliminarUn abrazo.