Todos los días amanecemos con noticias, bulos y chascarrillos que nos llegan del proceloso mundo politico. Quienes vivimos en Madrid solemos aterrizar con esas frases dignas de pasar a los anales de la Historia de nuestra presidenta. También causan estupor todo lo que nos llega de la ultraderecha. Después, en los cafés y sobremesas se comenta cómo y de qué manera pueden recabar tanta cantidad de votos, y los que nos quedan.
Si bien es cierto que para quienes nos hemos situado en eso que llaman izquierda es incomprensible ver cómo programas sin contenido o, lo que es peor, que recortan derechos que han costado mucho en tiempo y vidas conseguir, son apoyados sin ambages, subidos al carro de la demagogia más aplastante, no faltan razones. Porque aunque cueste entenderlo, sí, si somos un poco observadores, mis queridos lectores, podremos darnos cuenta de que no es otra cosa , en mi opinión, que una cuestión de genes. Voy a poner un ejemplo.Me cuenta un compañero que tiene un amigo que siempre ha sido votante socialista. Pero ahora ha cambiado su voto a VOX (¡¡¿¿??!!). Sí, el asombro el total. ¿Cuál puede ser la razón de este recorrido ? Pues simple y llanamente porque es taurino y la izquierda está en contra de la Fiesta de los toros. Aún no siendo cierta esa afirmación, yo tengo compañeros y compañeras socialistas que les gustan los toros, ¿es eso razón suficiente para apoyar a un partido fascista, homófomo, xenófobo y todas las demás fobias que queramos buscar? Sí, digo, porque está en los genes.
Nuestros genes son egoístas, miran por nuestro propio bien, olvidando el de los demás. Como escuché decir a un conocido "coach" provenimos en una gran mayoría de aquellos que en las batallas se quedaban en la retaguardia, de los que robaban la comida, de los que delataban a sus vecinos para salvar la vida. Los otros, los valientes, generosos y leales morían las más de las veces en aras de sus ideales: la Historia está llena de ejemplos.
Solo la educación en valores ha ido moldeaando, en algunos casos, esa tendencia nuestra a mirarnos el propio ombligo. Mirada que se vuelve aún más descarada en épocas de crisis, en las que "el sálvese el que pueda" aparece como motivo en muchos de los casos.
Egoísmo y miedo, un tandem que funciona de maravilla, aún cuando no sea cierto y se acabe siendo la víctima propiciatoria de lo que se está apoyando: no importa que comer raíces, como el anciano de la fábula, pero son "mis raíces" y no voy a tolerar que la izquierda venga y me las robe, aunque me prometa pan.
Es muy difícil pelear contra las emociones nacidas de las tripas, sobre todo en una sociedad en la que se echa de menos el criterio, la duda y el debate, y en la que la mentira, la amenaza y el retroceso se han convertido para muchos en bandera.
Mientras, aquellos y aquellas que optamos por la libertad, la igualdad y la justicia seguimos,aún con alguna flaqueza a veces. Al fin y al cabo lo nuestro ya es, también,
una cuestión de genes.
Sed felices.
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