No llego a alcanzar qué tiene el mar que me fascina tanto. Sé que no es nada original, y que esa inmensa masa de agua azul atrae a propios y extraños, sin distinción, que habitamos los cuatro puntos cardinales del orbe.
En mi caso es algo presente en el día a dái, a pesar de vivir tierra adentro, en la meseta que cambia ese color azul por el amarillo y el ocre. He escrito poemas, he situado escenas de mis novelas junto al mar. Cada vez que regreso a la costa, a esta ciudad de Denia que me arrebató un día el corazón, y me acerco a la orilla siento una emoción absoluta, como quien vuelve a encontrarse con el amor de su vida.
Alguna vez he pensado que me hubiera gustado ser sirena, y poder sunergirme hasta las profundidades, y contemplar los secretos que encierra aquello de lo que procedemos, donde se encuentran nuestros orígenes más ancestrales.
Cuando miro el horizonte, con el cielo despejado, sin una nube, todo se me vuelve azul, y me embarga la sensación entonces de ser una con ese mar y ese cielo, dos espacios en los que todavía nos queda tanto por conocer y guardan tantos misterios.
Mañana volveré a Rivas. Me alejaré de este mar que me seduce, que me enamora, aún siendo el mismo, siempre es distinto. Entonces surgirá quizá un poema, o una entrada en el blog, como esta que os escribo, mis queridos lectores, de añoranza, pero también con la esperanza de que pronto volveré.
ÉL
Siempre vuelvo a él,
en ese vaivén
vestido de espuma
que envuelve mis pies.
Danza constante
de rumor y brisa.
Reflejos azules
con nieves saladas.
Secreto de un nombre
escrito en la arena.
Él siempre me espera,
siempre vuelvo a él.
(Poema de mi libro Papelera de reciclaje, Ediciones Vitruvio, 2019)
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