domingo, 30 de diciembre de 2018

Esta vida mía en tacones.

Todavía con el cuerpo "esponjoso" por unos días de relax en tierras portuguesas, me siento de nuevo al ordenador para escribiros la que será la última entrada de 2018. No quiero hacer ningún balance, porque, seguramente no sería justa. Las vivencias, excepto las grandes pérdidas , son tan buenas y tan malas como queramos que sean.

Lo que he de confesar es que ha sido un año lleno de altibajos, de sensaciones de esas que te poducen ascensos al cielo y bajadas bruscas al suelo. También han sido doce meses llenos de actividades que, aunque gusten, no dejan de ser trabajo.Por delante otros 365 días que son una incógnita, porque aunque ya tenga en la agenda compromisos que me llevan ya  a marzo, sabemos que no hay nada concreto hasta que sucede, y eso produce un poco de vértigo.

Ya sabéis que he dicho una y mil veces que me gustan estas Fiestas, excepto esta que se nos viene encima. No sé por qué, pero me cuesta mucho vivirla con ilusión, quizá porque nunca me ha parecido una diversión sincera, sino llevada por el convencionalismo de que hay que pasar de una año a otro durmiendo poco y bebiendo mucho.

Pero este año tienen un punto irresistible: estaré con mis dos niñas y con mis hijos. Por la clásica alternancia de pasar unas noches con unos y con otros, creo que esta es la primera en años que coincidimos. También lo haré con mis hermanos y mis sobrinos... En total nos juntaremos dieciocho miembros... No está mal.

Imagino que vosotros, mis queridos lectores, también estaréis rodeados de familia y amigos, y por tanto de cariño. Pues a ese unid el mío, junto con mis mejores deseos para 2019. Yo pido, entre otros personales,  poder seguir con vosotros aquí, compartiendo esta vida mía en tacones un año más.


Besos y abrazos.

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