Desde la primera vez que lo leí, el cuento de Charles Dickens Chritsmas Carol, que todos conocemos como Cuento de Navidad, me fascinó. No solamente por ese juego del tiempo y de la redención, en la que no importa nuestro pasado, ni tan siquiera ese presente inmediato, sino porque el futuro, esa entelequia construída para hacernos pensar en que la vida no acaba, es, simplemente, asunto propio.

Pero no lo son. Estos días no son solamente una fiesta religiosa -aunque para unos lo sea, lo cual es muy loable-, sino de reconciliación y de encuentro, arraigadas profundamente en nuestra cultura. Son días en que muchas familias se vuelven a ver después de meses, en las que uno se muestra más optimista porque el ser humano tiene necesidad de hacerlo, o, por el contrario, la infelicidad encuentra terreno abonado.
Me parece muy respetable que haya quien no celebre estas Fiesta, sus razones, tendrá, pero me molesta poderosamente que critiquen a quienes nos gustan, nos ilusionan, nos divierten. No me vale las famosas frases hechas de "mientras haya guerras, hambre, violencia...", porque tampoco veo a los que las dicen coger el petate e irse a un campo de refugiados a paliar tanto dolor, o donar la mitad de su sueldo a una ONG. Se cabrean porque los demás encontramos un sentido a estos días, simple y llanamente.
En fin, que nunca como en esta época se hace más necesario el vive y deja vivir...
¡¡Felices Navidades, Mister Scrooge!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario