domingo, 4 de noviembre de 2018

Nadie conoce a nadie

Nos vanagloriamos de conocernos unos a otros, de saber lo que piensan nuestra pareja, nuestros  hijos, nuestros amigos. Creemos saber el por qué de ciertas reacciones a ciertas acciones, cuando lo único cierto es que nadie conoce a nadie: ni siquiera nos conocemos a nosotros mismos.

Ya, ya sé que alguno de vosotros, mis queridos lectores frunciréis el ceño, y me diréis que eso no es verdad. Que tras años de sesudas reflexiones acerca del bien y el mal habéis llegado a una certera opinión sobre lo humano y lo divino, incluido vuetro propio ser.

Pues perdonad que lo dude; o tal vez yo sea única en mi propia experiencia, pero a estas alturas de la película de mi vida aún me sorprendo con personas a las que creí conocer, o con reacciones de mi misma que no pensaba jamás tener. No es difícil pontificar sobre aquellos que nos toca de refilón, señalar con el dedo a quienes se ven en bretes que a nosotros jamás , o eso pensamos, se nos van a plantear.

Pero en ocasiones la vida nos pone en la tesitura de tener que tomar decisiones que no esperábamos y entonces vemos que todo aquello que formaba parte de nuestros cimientos se tambalea, y nos empuja a llevar a cabo actuaciones que nunca pensábamos.

Ele refranero popular, sabio en su esencia, dice : "No digas de este agua no beberé, ni este cura no es mi padre". Pues eso, que nos ponemos delante de la fila, sacando pecho, y afirmando que nunca romperemos esos principios de los que nos enorgullecemos, sin pensar que nos podemos ver en la disyuntiva de tener que romperlos, o que, sin saberlo nosotros, ya lo hemos hecho.

Nadie conoce a nadie. Odiamos la corrupción, pero si podemos facturar sin IVA lo hacemos ; no seremos infieles, pero cada vez que vemos a alguien que "nos pone", pensamos que estaría genial echarle un polvo; nos duele ver a los inmigrantes en pateras, pero cuando vemos a un indigente en un banco o en la calle de nuestro barrio, miramos para otro lado; nos consideramos demócratas, pero votamos a quienes nos aseguran que los ricos serán más ricos y los pobres más pobres.

Sería aconsejable un mayor ejercicio de autocrítica constructiva. Recordemos, es la sabiduría popular, ese otro refrán que dice "cuando señalas a otro con un dedo, los otros tres te señalan a ti"... Y a mí, y a todos.


Sed felices.



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