lunes, 19 de noviembre de 2018

Entre bastidores

A menos de una hora de subir el telón, las actrices y los actores se afanan por memorizar las últimas instrucciones del director y de regiduría. Un nuevo teatro, un nuevo mapa de entradas y salidas, de "calles" formadas no por pavimento sino por cortinajes negros, que se convertirán en lugares, en casas, en montes. El patio de butacas, aún vacío, guarda un silencio sepulcral, casi místico, a la espera de la gran ceremonia de la representación.

Después  los camerinos se llenan de bullicio, de preguntas al aire, de letanías de textos dichos "a la italiana", con algo de ansiedad por apresar esa frase que se resiste siempre, mientra que los rostros se cubren de maquillaje, el cabello se oculta tras las pelucas, y los nervios se esconden tras sonrisas y palmadas de ánimo.

A un minuto de comenzar la función el mundo se para tras el escenario. Solo se escucha el rumor del público amortiguado por las telas. Alguien suspira quedo. La tensión controlada es la de un caballo tras el portón que le da via libre a la carrera.

El teatro  se queda a oscuras. Suena la música. Comienza la función. Y entonces dos universos paralelos correrán juntos durante casi dos horas. Pero uno, el que transcurre tras los bastidores y las bambalinas, no lo conoce el público. Es ese en el que hombreS y mujeres, por cuyas venas corre el veneno del teatro, se mueven en con el único objetivo de hacer llegar la magia de la palabra sobre el escenario. No importan la estrechez de los camerinos, el frío o el calor, la dificultad de movimiento, el agobio de los cambios del vestuario, no importan.

La recompensa siempre llega al final con el aplauso.

Sed felices

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