domingo, 28 de octubre de 2018

Turrones antes que buñuelos

Soy una mujer a la que le gustan las tradiciones. Para ser más exactos, algunas tradiciones que se van sucediendo durante el otoño y los primeros días del invierno.

Recuerdo como  en mi infancia las estaciones iban marcadas por el entorno, el paisaje y por lo que aparecía en la mesa. En esta época las manzana, la calabaza, los frutos secos, y los buñuelos de viento el día de Los Santos nos endulzaban el primer trimestre de la escuela. Después las mandarinas marcaban la proximidad de la llegada de la Navidad. El tiempo se vestía de la cotidianeidad, del sabor, del olor.

Pero hoy en día el consumo le ha ganado la carrera a la ilusión, y de una manera asombrosa vemos como los turrones le han ganado la partida a los huesos de santo y a los buñuelos, ya bastante arrinconados por las calabazas de plástico, rellenas de chucherías,  de Halloween, fiesta anglosajona que ha cuajado de una manera tan absoluta como las hamburgueserías.En un abrir y cerrar de ojos empezaremos a ver los roscones de Reyes, fiesta que inaugura el año, antes de tan siquiera celebrar la Constitución. Tampoco es de extrañar, pues la lotería de Navidad se vende desde el verano. ¡Y nos quejamos de lo rápido que pasa el tiempo!

Consumir, consumir, como sea, donde sea y lo que sea, aunque produzca esa extraña desorientación, asumiendo todo lo que lo que la publicidad nos quiera vender. Claro que, me diréis queridos lectores, que los turrones, ejemplo de este artículo, no se comen solo en  Navidad. Sí, lo sé. Pero a lo que yo me refiero es a la parafernalia montada, a todas luces navideña para inducir ya a la compra, aunque todavía queden dos meses para las Fiestas.

Me entristece esta sociedad que no lamenta la pérdida de ciertas tradiciones que nos hacían felices porque alimentaban la ilusión, aunque fuera en forma de buñuelo o de humilde mandarina, y asume otras que no tienen que ver mucho con nuestra cultura, aceptando que nos arrebaten ese itinerario vital que nos ayudaba a medir nuestra propia existencia.

Me estoy haciendo mayor, lo noto. Siento  nostalgia por muchas cosas que ya no están, ni volverán, en esta aldea global en la que vivimos para bien o para mal. Como se suele decir: es lo que hay...

Sed felices.

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