El mes de noviembre siempre ha tenido un predicamento negativo en mi familia. Esta manía la comenzó, creo, mi abuela paterna. Decía que aparte de ser el mes más oscuro, en el que antes anochece, que incia su andadura con la fiesta a los difuntos, había como un augurio no muy positivo en él. No es de extrañar en su caso, pues su hijo mayor murió ese mes, a la edad de 33 años. Por eso cuando llegaba el 1 de diciembre parecía respirar. Ya había pasado el nefasto mes y se acercaban las Fiestas de Navidad, que en mi familia siempre han sido un hito. Y como si fuera una profecía cumplida mi abuela murió un 22 de noviembre, su nieta mayor un 12 y mi madre el 5 de noviembre del año pasado.
No soy una mujer muy supersticiosa, ni me gusta creer que los meses, los lugares o las personas pueden influir en nuestra vida. Además, como para conjurar esa negatividad novembrina mi hermano Fernando, el mayor de los chicos, nació tal día como hoy, el 11 de noviembre.
Es curioso como desde que el mundo es mundo ser humano ha sentido ciertos temores a aquello
que achaca a la mala suerte, o que no nos es favorecedor como menos, sin darnos cuenta de que nos movemos en convencionalismos que nosotros mismos nos hemos dado para justificar lo que nos sucede porque nos tiene que suceder.
No sé cuándo ni en qué mes me tocará marcharme, eso da igual. La única realidad es que llegará esa hora y entonces ya sean las hojas de los árboles verdes o amarillas, ya sople el viento o abrase el sol, mi único deseo es haber vivido la vida que he querido..., y queriendo.
Sed felices.
No soy una mujer muy supersticiosa, ni me gusta creer que los meses, los lugares o las personas pueden influir en nuestra vida. Además, como para conjurar esa negatividad novembrina mi hermano Fernando, el mayor de los chicos, nació tal día como hoy, el 11 de noviembre.
Es curioso como desde que el mundo es mundo ser humano ha sentido ciertos temores a aquello
que achaca a la mala suerte, o que no nos es favorecedor como menos, sin darnos cuenta de que nos movemos en convencionalismos que nosotros mismos nos hemos dado para justificar lo que nos sucede porque nos tiene que suceder.
No sé cuándo ni en qué mes me tocará marcharme, eso da igual. La única realidad es que llegará esa hora y entonces ya sean las hojas de los árboles verdes o amarillas, ya sople el viento o abrase el sol, mi único deseo es haber vivido la vida que he querido..., y queriendo.
Sed felices.
Buena,sensata e interesante reflexión. En mi casa tambien mi abuela y mi padre decian algo similar, pero ellos se fueron en primavera. Bueno el destino tiene la última palabra.
ResponderEliminarAsí es... Un abrazo.
ResponderEliminar