sábado, 12 de agosto de 2017

Crónica del verano II: el tiempo

No cabe duda de que la previsión del tiempo es un hecho de interés nacional. Baste con echar un vistazo a los bloques que sobre este tema emiten los distintos noticieros en las diferentes cadenas. Algunos, como el de la 1, si lo sigues es posible que te convaliden un master en climatología.

Aprendemos todos los días de situaciones que antes ni nos inquietaban, más allá de saber que en el verano el buen tiempo lo debíamos a esa gran "A" metida en círculo que llamamos anticiclón de las Azores. Así mismo conocíamos que la "B" era, indefectiblemente, lluvia.

Ahora, gracias a esta pedagogía televisiva, que dura casi veinte minutos,  conocemos que lo que antes llamábamos una tormenta de pelotas se llama ciclogénesis expansiva. Sabemos que según los modelos las olas de calor se dan cuando el anticiclón reina sobre la península y un embolsamiento de bajas presiones sobre el norte de África envía aire del desierto.Y cómo ignorar que cuanto más apretadas son las isobaras (líneas) de una borrasaca mayor es su efecto.

Los metereólogos son capaces de prever con bastantes días de antelación el tiempo que va a hacer, aunque en ocasiones sean más o menos exhaustivos según los intereses sobre todo de las zonas hoteleras. Eso no quita que los que somos asiduos de alguna de esas poblaciones no sepamos que indefectiblemente se repiten ciertos fenómenos, como son las tormentas en verano en Levante.

En mi primera novela la protagonista reflexiona acerca de que no ha visto tormentas como las de esta zona, la de Levante, y así es desde siempre. La que vivimos hace unos días no ha tenido nada de extraordinario, a pesar de las noticias tan alarmantes que aparecían una y otra vez. El móvil se me llenó de mensajes de familiares preocupadísimos por si habíamos sido engullidos por el mar, cosa que no ocurrió, a la vista está. Cierto que se anegaron las calles, las alcantarillas no daban de sí (sobre todo por la falta de limpieza) y el mar vomitó gran cantidad de algas, como en tantas ocasiones anteriores (la primera gota fría que recuerdo la viví en Peñíscola con siete años). Nada que no hubiéramos visto antes por la suma de días de ardoroso calor sumado a la entrada de aire frío.

Pero, y eso ya lo he dicho otras veces, somos muy dados a considerar extraordinario aquello que no lo es tanto. Ayer, dos días después de la "tormenta increíble" la playa estaba llena de gente que evitábamos los bloques de algas en nuestro paseo y volvíamos a disfrutar del mar y el sol además de una bajada de temperaturas muy agradable.

Creo que no es mala cosa tirar del refranero y poner al mal tiempo buena cara. Al fin y al cabo, a la lluvia o a las olas del calor les importa un pepino nuestra opinión, por mucha información que nos den machaconamente.


Sed felices.

 (Foto: Paco Márquez)


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