Los que me conocen saben que no soy muy de reivindicar mi origen, aunque en absoluto reniego de él, por supuesto. Soy española y me gusta serlo, con todo lo que ello conlleva. Sin embargo no siento esa españolidad ante el extranjero, ni el que viene por turismo, ni el que viene por necesidad...
Bueno, miento, no la sentía hasta hace dos días en que tuve un enfrentamento territorial con una hija de la Gran Bretaña.
El lugar en donde veraneo no tiene, como sucede en otros lugares de Levante, problema de espacio en las playas. Quien conoce Denia sabe que es muy difícil ver tres líneas de sombrillas ni siquiera en agosto. Pues bien, el martes llegamos, como hacemos siempre y colocamos las sillas y la sombrilla. Era temprano, las diez y media más o menos, y apenas había gente. Después dimos un paseo por la orilla.
Al regresar, cuál será mi sorpresa, tenía una tumbona que más parecía una camilla de fisioterapéuta pegada a nuestras sillas literalmente y rodeada de bolsas, cubitos y palas. Flipé en colores, sobre todo porque a ambos lados había espacio como para correr los cien metros lisos.
En principio pensé en pasar y jorobarme, y así habría sido si no hubiera entrado al trapo la dueña de semejante campamento. Me increpó en inglés y yo la contesté en dicho idioma, en un alarde de vocabulario que ni yo misma me creía capaz. Una pareja de chicas españolas se unieron a mi queja apoyándome con gestos de lo más evidentes.
Tras una serie de tiras y aflojas la susudicha hija de la péfida Albión optó por la retirada, verbal, que no física, después de mentir como una bellaca diciéndome que ella había llegado antes. ¡Lier! la lancé como un escupitajo...
En ese momento si me salió el ardor patrio. Creo que por un momento me hubiera gustado ver surcar la Gran Armada frente a mí. Y os aseguro que estuve a un instante de gritar: ¡Gibraltar español!
Sed felices.
Bueno, miento, no la sentía hasta hace dos días en que tuve un enfrentamento territorial con una hija de la Gran Bretaña.
El lugar en donde veraneo no tiene, como sucede en otros lugares de Levante, problema de espacio en las playas. Quien conoce Denia sabe que es muy difícil ver tres líneas de sombrillas ni siquiera en agosto. Pues bien, el martes llegamos, como hacemos siempre y colocamos las sillas y la sombrilla. Era temprano, las diez y media más o menos, y apenas había gente. Después dimos un paseo por la orilla.
Al regresar, cuál será mi sorpresa, tenía una tumbona que más parecía una camilla de fisioterapéuta pegada a nuestras sillas literalmente y rodeada de bolsas, cubitos y palas. Flipé en colores, sobre todo porque a ambos lados había espacio como para correr los cien metros lisos.
En principio pensé en pasar y jorobarme, y así habría sido si no hubiera entrado al trapo la dueña de semejante campamento. Me increpó en inglés y yo la contesté en dicho idioma, en un alarde de vocabulario que ni yo misma me creía capaz. Una pareja de chicas españolas se unieron a mi queja apoyándome con gestos de lo más evidentes.
Tras una serie de tiras y aflojas la susudicha hija de la péfida Albión optó por la retirada, verbal, que no física, después de mentir como una bellaca diciéndome que ella había llegado antes. ¡Lier! la lancé como un escupitajo...
En ese momento si me salió el ardor patrio. Creo que por un momento me hubiera gustado ver surcar la Gran Armada frente a mí. Y os aseguro que estuve a un instante de gritar: ¡Gibraltar español!
Sed felices.
Lo del turismo inglés daría mucho para hablar.
ResponderEliminarTodos conocemos el turismo de borrachera que invade muchas de nuestras playas. También me he enterado que algunos de estos "simpáticos turistas" se dedican a poner denuncias falsas para sacar tajada y que le salgan las vacaciones gratis. Otros se tiran por los balcones y demasiados se orinan en mitad de la calle.
No sé qué más contar, cualquiera podría poner ejemplos parecidos y es verdad que no se puede generalizar pero hay demasiados que vienen aquí a comportarse de malas maneras. Ya es hora que alguien les recuerde que aquí hay unas normas de comportamiento y que se debe respetar a los demás.
Otro asunto que me saca de quicio es que me hablen en inglés. Vamos a ver a la primera se pueden confundir pero cuando llevas varios días en un hotel o el mismo bar, ya saben que eres español. Qué manía más tonta.
Good morning.
¡Joer, hasta yo me estoy contagiando!
¡Pasa un buen día!
Gracias, Manuel. Abrazos!!
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