sábado, 5 de septiembre de 2015

Dejarse querer

¿Qué tal mis queridos lectores? ¿Cómo va ese síndrome postvacacional? Mira que nos gusta convertir todo en patología, hasta lo que no es nada más que un perezón espantoso de volver a la rutina.

Imagino que, a excepción de los que cogen sus vacaciones en este mes de septiembre, el resto ya ocupáis vuestras plazas en el día a día. Yo también estoy inmersa en mi rutina, aunque este principio de curso me ha traído alguna sorpresa no demasiado agradable, otras estupendas y una faringitis importante: por ese orden.

Os tengo que confesar que, a pesar de esa imagen tan dinámica que suelo proyectar, soy una mujer también de acurrucarse, echarse la mantita encima y dejarse querer. Últimamente casi con exceso. No sé si serán las hormonas que andan un poco tiernas y ñoñas, pero estoy deseando que me abracen, besen y me digan que me quieren.

Mi padre, hombre sabio donde los haya, decía que yo era como las gatas, cariñosa cuando quiero pero sacando las uñas si me molestaban o deseo estar sola. Y creo que, como en tantas cosas, tiene razón.

Soy un poco felina. A veces me comporto como gata que anda sobre un tejado de cinc caliente, parafraseando a Williams; otras candonga buscando caricias; las más algo callejera, buscándome la vida. Como siempre esa diversidad que persiste en mi vida.

A la vuelta de este verano me siento gata muy casera,  de esas que se duerme sobre las rodillas mientras que le frotan el lomo. En fin que, tal vez, después de la presentación de mi última novela sea tiempo de tranquilidad, de lecturas, de ganchillo y de dejarme querer.

Sed felices!

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