Septiembre tiene para ella mucho más caracter de nuevo año que el mes de enero. Tal vez porque durante mucho tiempo, todo el que se dedicó a la docencia, era ese mes el que inauguraba un nuevo periodo, con nuevos alumnos y nuevos proyectos.
Ya hace varios años que dejó las aulas. Sigue sintiendo, porque negarlo, ese pellizquito de nostalgia al recordar los años dedicados a formar y enseñar. Fueron años de juventud, algo complicados porque había que saber colocar todas las piezas para que la torre no se viniera abajo, pero satisfactorios por el reto que supuso superarlo.
Ahora ya son otros tiempos, mucho más tranquilos, reposados y con la vista puesta en el hoy, no el futuro, porque sabe que no es más que una entelequia para obligarnos a hacer planes de pensiones, ahorrar, y angustiarnos por si no llegamos.
Pronto los árboles que ve desde su ventana se teñirán de amarillo, en una explosión dorada, como la de los fuegos artificiales para, como ellos, apagarse cuando las hojas alfombren el suelo. Algo cotidiano pero siempre sorprendente y distinto.
El aire septembrino refresca la cara, las nubes cubren amplios trozos del cielo y el aire huele a otoño. Entonces, por un instante, siente que el tiempo se para, que el mundo no gira, y que ella está en la puerta de ese nuevo año: tan solo tiene que abrirla y dar el primer paso.
Sed felices.
Ya hace varios años que dejó las aulas. Sigue sintiendo, porque negarlo, ese pellizquito de nostalgia al recordar los años dedicados a formar y enseñar. Fueron años de juventud, algo complicados porque había que saber colocar todas las piezas para que la torre no se viniera abajo, pero satisfactorios por el reto que supuso superarlo.
Ahora ya son otros tiempos, mucho más tranquilos, reposados y con la vista puesta en el hoy, no el futuro, porque sabe que no es más que una entelequia para obligarnos a hacer planes de pensiones, ahorrar, y angustiarnos por si no llegamos.
Pronto los árboles que ve desde su ventana se teñirán de amarillo, en una explosión dorada, como la de los fuegos artificiales para, como ellos, apagarse cuando las hojas alfombren el suelo. Algo cotidiano pero siempre sorprendente y distinto.
El aire septembrino refresca la cara, las nubes cubren amplios trozos del cielo y el aire huele a otoño. Entonces, por un instante, siente que el tiempo se para, que el mundo no gira, y que ella está en la puerta de ese nuevo año: tan solo tiene que abrirla y dar el primer paso.
Sed felices.
Cierto.
ResponderEliminarPara todos los que nos dedicamos a la enseñanza el cambio de vida se produce en septiembre con la vuelta al cole.
Te dejo una de mis últimas entradas dedicada a este mes de Septiembre.
http://eraseunhombre.blogspot.com.es/2015/09/hola-septiembre.html
Gracias, Manuel.
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