viernes, 5 de septiembre de 2014

Aquellos maravillosos años

Hace no muchos días sostuve una conversación acerca de la edad. Una de las contertulias sentía una auténtica aversión a confesar, y que los demás supieran, los años que tenía. Ante mi pregunta de las razones, del por qué, no supo concretarme más allá de un " a nadie le interesa mi edad" , sin que me sacará de ninguna duda, aunque si sembró la sospecha de que estar casi rozando los cincuenta años le producía un tremendo problema.

Por suerte yo no adolezco de este trauma. Y digo por suerte porque no hay nada más irremediable que el paso del tiempo- tema del que ya he hablado anteriormente en este blog-, e intentar evitarlo es como darse contra una pared. Tal vez mi falta de preocupación, que no de ocupación, por cumplir años proviene de mis vivencias familiares y de tener buenos genes. Curiosamente, mi madre siempre se sumaba un año a los recién cumplidos. En mi casa era común la frase: "voy camino de los...", en vez de " tengo....".

Anécdotas a parte y respetando a aquellos que ocultan celosamente su edad o se quedan eternamente en los 49 años, celebrar cada cumpleaños es una bendición. Como he dicho antes, uno debe de ocuparse de envejecer lo mejor posible, de la manera más sana, y aceptar que no hay vuelta a atrás.

Hace mucho tiempo que asumí como lema  que lo ideal es estar en donde uno quiere estar y en compañía de quien se quiera estar, haciendo lo que uno quiere hacer, independientemente de los años que se tenga, viviendo cada momento que la vida te brinda y que es único e irrepetible.



Sed felices.

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