sábado, 18 de enero de 2014

Entonces, el Mar.


Confiesa siempre que la hechiza el mar en invierno. Es cuando,  realmente, se muestra con toda su pureza y su fuerza. Es, entonces el Mar, con mayúsculas.

En verano se convierte en una especie de gran piscina coloreada por los bañistas, las sombrillas y las toallas. Pero ahora la silenciosa playa  permite contemplarlo en su amplitud.

Habla con el mar y él la escucha. La brisa marina parece que trae rumores , ecos de otras tierras, de otros lugares, que quizá algún día visite, o tal vez no.

Ve a un hombre y  un perro, que corretea tras una gaviota.

 Lanza un piedra al agua,que se hunde entre las ligeras espumas de unas olas mansas.

El horizonte se funde con el mar: ambos tienen un color argenta, dando la sensación de estar en una especie de cinta de Moebius en donde no existe arriba y abajo.

No hace frío y, excepcionalmente, no hay algas en la playa, testigos otras veces de la fiereza del temporal.

Chillidos de gaviotas  y los ladridos del perro se confunden con sus voces interiores, esa voces que hablan y narran sus propias historias construidas de su percepción del mundo, que en un tiempo relativamente corto se ha transformado,  y que, a igual que ese mar que contempla, muestra una superficie aparentemente en calma, mientras que su fondo bulle un universo.

Sed felices.

No hay comentarios:

Publicar un comentario