Hace unos días me reencontré con un amigo escritor. Hacía tiempo que no teníamos la oportunidad de charlar y nos citamos con la excusa de intercambiarnos nuestros últimos libros.
Charlamos de todo lo humano y lo divino, recordamos tiempos pasado y comentamos tiempos futuros. En un momento dado salieron a colación las manos, parte de la anatomía por la que yo siento ciierta debilidad o fobia, dependiendo de cómo sean. Reflexionando sobre este detalle sugerí que, después de haber pensado algunas veces sobre ello, esa fijación por la manos me proviene de mi padre.
Mi padre era un hombre polifacético, pero sobre todo era un artista. Me encantaba, y creo que ya lo he dejado reflejado en algún otro post, sentarme junto a él y ver como dibujaba. Toda mi atención se concentraba en las manos (las tenía muy bonitas) que, como si hicieran magia, transformaban el papel blanco y yermo en algo vivo. Era maravilloso...
Sea esa la razón o no, siempre que he conocido a alguien, sobre todo del género masculino, me he fijado en las manos, para bien o para mal. Incluso en alguna de mis novelas he querido extraer esta, digamos anécdota, como curiosidad.
Hace un tiempo reflejé esto, a tenor de una fotografía que le hice a Paco de sus manos (las tiene muy bonitas), en un poema. Hoy os lo dejo, mis querido lectores.
Sed felices.
TUS MANOS
Sueño en soñar en el hueco
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