domingo, 22 de septiembre de 2019

De pactos o libertad vigilada

Siempre se ha dicho que en el corazón de un español, o española, siempre ha  habido un entrenador de fútbol o un crítico taurino...  Esto último está un poco de capa caída, a pesar del PP de Madrid, pero lo que se viene a decir es que somos mucho de opinar desde la barrera o de hacer toreo de salón. Bueno, pues por  lo que parece ser también hay un negociador.



Y algo de eso ha habido en el proceso negociador frustrado que ha llevado a la convocatoria de unas nuevas elecciones. Opiniones de todo tipo y de toda condición señalando  el absoluto fracaso y la consabida humillación, incluso provinientes de aquellos a los que consideramos oráculos de sensatez, pero que también se equivocan. Yo, sinceramente, solo puedo basarme en aquello que sé o escucho. Y dos no negocian si uno de antemano no quiere.

Posiblemente se hayan cometido errores por las dos partes, no lo dudo, ni siquiera justifico que por la parte que me toca se podría haber enfocado de alguna otra manera, pero, y vuelvo a los símiles, los que friegan los platos son los que los pueden romper.

Hace unos días dije que el mejor pacto es aquel al que se llega con la sensación de que ambos han cedido, pero, sin duda, una de las partes, si se sale desde más atrás, ha de ser más flexible. No se puede exigir si la posición en el tablero no es la más favorable.

Porque, pensemos, ¿para qué se hacen los pactos? Fundamentalmente para encontrar una estabilidad. Pero si ya una de las partes demuestra públicamente que se quiere llegar a ese pacto porque no se fía de su socio, eso no es un pacto, eso se llama libertad vigilada.

La Historia está llena de pactos y acuerdos interesados, todos los son, y también de conculcación de esos pactos, pero que ya de entrada se muestre de una manera tan palmaria la desconfianza, cuando se tienen menos apoyos- va en contra de ese equilibrio que buscamos, y la vida de ese trato tiene fecha de caducidad.

Por otra parte,  nuestra democracia no tiene experiencia en pactos de gobierno del país. No es lo mismo pactar en una región o en un ayuntamiento, que al fin y al cabo está acordando gestión, que llegar a uno en el que se dirima la política nacional, la internacional o los Presupuestos que afectan a más de cuarenta millones de personas.

Sí, sin lugar a dudas estamos cansados de este proceso que finalmente no ha llegado a buen puerto. Pero fijaros, mis queridos lectores, que ese agotamiento es más producto del ruido mediático que de la participación en el mismo. Ahí también se ha fallado, en la discrección y en la necesidad de titulares.

Como diría el poeta, se hace camino al andar, y nosotros, hombres y mujeres de este país, también vamos aprendiendo a explorar nuevas situaciones, y debemos colaborar a llegar a soluciones. Porque también como ciudadanía tenemos nuestras obligaciones, y entre ellas el acudir a las urnas cuando se nos convoque de una manera legal y legítima. ¿Por qué cuál es la otra alternativa? No existe.


Vayamos a votar y votemos a quienes creamos que pueden llegar al parlamento para desbloquear y consensuar, y apoyar a un gobierno que gobierne para todos y todas.

Mañana ya es otoño. Sed felices.

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