domingo, 20 de enero de 2019

Micorrelatos en la línea 9

A veces, solo a veces, cuando viajo en metro, en ese largo recorrido que hago en la línea 9 escribo algunas pequeñas observaciones. Esta es una  muestra.



"Todos los días, cuando regresaba, se lo encontraba con su acordeón. Le gustaba su música, con ecos de tango y melancolía. Nunca le dió ni un euro. 
Aquella tarde no le vio. Sin saber por qué, se sintió culpable..."
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“Apenas les separan tres centímetros y, sin embargo, desconocen su nombre y su tarea, no saben cuáles son sus sueños. Apenas cabe una mano entre ellos y son ajenos a sus vidas que, seguramente, no volverán a encontrarse, en ese espacio contiguo de un vagón de metro”.

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“El vagón de metro es como un enorme intestino que al finalizar  el día  digiere las esperanzas, las desilusiones y el cansancio de todos, para reclamar su parte al amanecer”.

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 “Tras años de investigación y de dinero invertido en la misma, el Consejo de filólogos llegó por fin a una conclusión: el idioma de imposible comprensión usado en la megafonía del metro  de Madrid era ¡élfico!”.

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“El vagón de metro era un muestrario de prendas desabrochadas, de calzado de verano con cazadoras de invierno, de botas y sandalias. La primavera, esa Ofelia de las estaciones, había sorprendido a todos con el calor tan deseado”.

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“Ella bajaba y el subía por la escalera mecánica contraria. Durante un instante casi eterno sus miradas se cruzaron. Fue solo un instante, solo un instante, para siempre”.

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