lunes, 23 de enero de 2017

Una extraña semana

Ayer concluí una de las semanas más extrañas de mi vida, que por otra parte demuestra que los seres humanos somos capaces de afrontar toda clase de situaciones "manteniendo el tipo".

El martes pasado murío mi tía, la última ascendiente que quedaba de la familia de mi padre.Ahora las matriarcas somos mi prima Erika y yo. Y no es asunto baladí. Ya estamos arriba de la escalera.

Mi familia se ha caracterizado siempre por que sus mujeres han sido y son ejemplos de de vivir la vida, amar a los suyos y defender su independencia. Mi tía así fue, aunque la vida le dió uno de los palos más grandes: perder a su hija apenas pasados los cincuenta.

En los últimos tiempos hablábamos poco, pero ambas sabíamos que nos queríamos mucho. Esta prisa vital que te hace ocuparte de lo urgente, pero no de lo importante nos distanció físicamente, aunque nunca en nuestro pensamiento.La última vez que hablé con ella fue la víspera de Reyes. Nos reímos como siempre-tenía un gran sentido del humor, virtud común de la familia-, y es esa conversación la que ha quedado en mí; también su risa.

Finalicé la semana en Valladolid, en la presentación de un libro que hemos publicado en Ondina. En mí pervivía todo el tiempo esa sensación de pérdida importante, pero cuando estuve a punto de dejarme llevar pensé en que mi tía siempre había alabado en mí esa capacidad de sobreponerme a las circunstancias. Y una vez más, y esta vez por ella, lo hice.

Sed felices.

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