domingo, 21 de febrero de 2016

Libertad, divino tesoro

Nada más fácil acude como argumento de acciones y dicciones que el de la libertad. Somos libres de decir, de hacer, de acontecer... Y ¡Ay! de aquel que no lo permita.

Y es cierto, mis queridos lectores. La consecución de la libertad es uno de los anhelos más importantes que tienen, han tenido y tendrán los seres humanos. 
En las sociedades "civilizadas" y democráticas esa libertad la hemos sustanciado a través de lo que llamamos derechos civiles, fundamentales, humanos, recogidos en las Constituciones de cada estado.
Así ocurre en nuestro propio país.

Lo que a veces me chirría es que hay quienes en aras de esa libertad de expresión, de acción emboscan, disfrazan aquello que no es más que un exceso, un tomarse a beneficio de inventario la convivencia.

Nadie discute que en momentos puntuales de la Historia, en los que no hay otra opción que tomar medidas para que esa libertad se haga realidad, el fin justifica los medios, aunque haya que traspasar la delgada línea entre  lo legal y lo justo.

Lo que, en mi opinión, no es de recibo es transgredir esos derechos que se dicen defender y que, en cambio, no se conceden entre conciudadanos, cuando se ha de respetar la convivencia. Aplicar ley del embudo- para mí lo ancho y para ti lo estrecho-, nada tiene que ver con la libertad.

En esta semana he visto, leído e, incluso, sufrido personalmente ejemplos de lo que os cuento. Fundamentados en esa libertad se justifican actos que no son más que muestras de intolerancia o, simplemente, de hacernos comulgar con ruedas de molino.

La libertad no es un traje que se acomode a cada uno de nosotros en particular, ni que se pueda manipular al antojo de nadie.  En aras de la libertad no se puede insultar, faltar a la verdad o negar los derechos que exigimos para nosotros mismos. En nombre de la libertad no se pueden llevar a cabo actos que rompan la convivencia, ni hablar por boca de otros como si nuestra palabra fuera la síntesis del pensamiento universal.

La libertad es un  tesoro que debe se repartido equitativamente, sin avaricia y sin falsedad. Es la única manera de que tenga algún sentido luchar por ella,

Sed felices.

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