Un camino conocido que por primera vez desde hacía tiempo no recorría temprano, llevando colgada del cuello la acreditación de apoderada de su partido. Por primera vez, desde hacía tiempo no controlaría que las mesas del colegio electoral que la correspondía se formaran de la manera adecuada. Por primera vez, desde hacía tiempo solo era una ciudadana más que se acercaba a las urnas para votar.
Para ella unas elecciones siempre eran un acontecimiento positivo, aunque no hubiera muy buenos augurios para su partido. Pero hoy, mientras caminaba para cumplir con su deber ciudadano, se sentía envuelta en algo parecido a la tristeza.
Lo bueno o malo de unos comicios municipales es que se conocen a los candidatos no solo como políticos, sino como personas y ella había visto como se habían sucedido extrañas adhesiones a formaciones de quienes habrían dado su mano derecha por lo contrario, aferrados a siglas que se habían convertido en su tabla de salvación para acceder o para mantenerse en el poder fuera como fuera.
No entendía por qué algunos estaban en donde estaban defendiendo no hubieran defendido un año antes, convirtiéndose en opositores de aquellos de quienes llevaban comiendo mucho tiempo. Y menos comprendía por qué se daba carta de identidad a quien jamas había demostrado ninguna capacidad . Todo envuelto en compromisos con demasiada letra pequeña.
Al llegar a la verja del colegio se paró. Por primera vez en su vida dudó. Los vecinos y vecinas entraban y salían en un devenir constante, pero ella se resistía a traspasar la puerta como si se tratara de un viaje sin retorno.
Entonces se dió cuenta de que, como ella siempre defendía, tenía que seguir luchando desde dentro. Que su única alternativa para defender los valores y los principios de aquellos oportunistas, desleales y charlatanes de feria era seguir las reglas del juego. Que su compromiso no era con su partido, ni con sus vecinos sino con ella misma y con su conciencia.
Abrió el bolso, sacó el DNI con los sobres preparados desde casa y votó.
Sed felices.
Para ella unas elecciones siempre eran un acontecimiento positivo, aunque no hubiera muy buenos augurios para su partido. Pero hoy, mientras caminaba para cumplir con su deber ciudadano, se sentía envuelta en algo parecido a la tristeza.
Lo bueno o malo de unos comicios municipales es que se conocen a los candidatos no solo como políticos, sino como personas y ella había visto como se habían sucedido extrañas adhesiones a formaciones de quienes habrían dado su mano derecha por lo contrario, aferrados a siglas que se habían convertido en su tabla de salvación para acceder o para mantenerse en el poder fuera como fuera.
No entendía por qué algunos estaban en donde estaban defendiendo no hubieran defendido un año antes, convirtiéndose en opositores de aquellos de quienes llevaban comiendo mucho tiempo. Y menos comprendía por qué se daba carta de identidad a quien jamas había demostrado ninguna capacidad . Todo envuelto en compromisos con demasiada letra pequeña.
Al llegar a la verja del colegio se paró. Por primera vez en su vida dudó. Los vecinos y vecinas entraban y salían en un devenir constante, pero ella se resistía a traspasar la puerta como si se tratara de un viaje sin retorno.
Entonces se dió cuenta de que, como ella siempre defendía, tenía que seguir luchando desde dentro. Que su única alternativa para defender los valores y los principios de aquellos oportunistas, desleales y charlatanes de feria era seguir las reglas del juego. Que su compromiso no era con su partido, ni con sus vecinos sino con ella misma y con su conciencia.
Abrió el bolso, sacó el DNI con los sobres preparados desde casa y votó.
Sed felices.
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