He estado resisitiéndome como gato panza arriba en entrar al trapo de las elecciones, pero como ya estamos en campaña, y lo de la política lo llevo tatuado a sangre y fuego, voy a dedicar estas líneas al proceso que se nos vienen encima dentro de dos semanas.
Ya, ya sé que la sensación que tenemos todos es que llevamos en campaña desde hace más de un año. No es para menos. Desde la irrupción del primer partido emergente, léase Podemos, han sido un día sí y otro no de encuestas, pronósticos, debates, etc. Y si éramos pocos, parió la abuela. A partir de enero surge como la espuma de la cerveza Ciudadanos. Ambos partidos considerados el malleus malificarum (1) del bipartidismo, o lo que es igual, del PSOE y PP.
No sé vosotros, mi queridos lectores, pero lo que yo contemplo no es un cuatripartito, sino dos partidos y sus mini yo, como el malvado de las películas de Austin Powers.
Cuando Pablo Iglesias comienza aparecer hasta en la sopa su principio inamovible fue acabar con la corrupción: chapó. A partir de su triunfo en Europa con Podemos, hubo que crear una estructura de partido, de dotarle de ideología para salir al ruedo. Pablo Iglesias (el nombre debe pesar y yo creo que hay algo de complejo de Edipo no resuelto) y su equipo comienzan a decir digos donde hasta entonces dijeron diego. Para mayor abundamiento, son confesos de querer reproducir el PSOE de los años 80... ¡Ah, cuánta nostalgia! Pero de sustrato ideológico propio cero patatero. De programa volando voy volando vengo.
Entonces, aparece el cuarto en discordia, Albert Rivera, al que conocemos por su desnudez tanto de cuerpo como de lengua, y comienza la reconquista desde Cataluña, con un discurso muy nacionalista español, tirando a "Santiago y cierra España". Guapo, en eso le lleva ventaja a Iglesias, lo siento, con empaque y don de palabra, ha comenzado a chupar el voto del centro derecha. Pero no nos engañemos, ese estilo ya es conocido. Yo lo llamaba estilo Gallardón por el ex presidente autonómico, ex alcalde de Madrid y ex ministro( ¡jo, que carrera el mozo!) Alberto Ruiz Gallardón. Estilo que muestran ciertos muchachos de derechas "guays", pero que en cuanto tienen cancha se le aparecen el yugo y las flechas .
Pero, me diréis alguno de vosotros, ¿y la corrupción? Pues sí, ambas formaciones emergentes están libres como tales de semejante lacra, todavía no han tocado pelo, pero no así quienes componen las listas. Porque, y eso se nos olvida siempre, no son los partidos corruptos, sino las personas.
Pues eso, un cuatripartito que se resumen en dos: centro derecha y centro izquierda, o sea puro bipartidismo ideológico.
Ya les hemos visto mover ficha en Andalucía impidiendo que gobierne la opción más votada.Lo que nos queda por ver...
Sed felices.
(1) Malleus malificarum: Martillo de brujas.
Desde luego, entre unos partidos viejos, quemados hasta la médula, y unos partidos nuevos que parecen tener prisa por quemarse, la elección no es fácil.
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En fin.