Hoy todo lo hago a des-hora.
Me acosté ya en ese estado, intentando encontrar el desenlace mejor para mi segunda novela. La situaciones danzaban en mi cabeza, dándose con los codos para situarse en un lugar coherente que rematara una trama de amor y misterio, encabezada por mi querida Marta Nogales.
Me dormí a des-hora, pues para relajarme leí un rato antes de apagar la luz y, por tanto, me he levantado a des-hora, llegando por los pelos al ecuador de este día al que se le ha arrebatado sesenta minutos. Y, como no podía ser de otra manera, escribo esta entrada también a des-hora, pues suelo ser más matutina.
No es que me preocupe mucho, pues al fin y al cabo, el tiempo es subjetivo y además elástico, pero la sensación de ir un paso por atrás me va acompañando a lo largo de la jornada. Serán mis biorritmos, que no entienden de husos horarios ni de ahorro enérgetico, indecisos por no saber a qué lado del meridiano de Greenwich quedarse.
En fin, todavía me queda una tarde ajetreada y persiste en mi ese afán de llegar a cerrar de manera gloriosa la historia que he desarrollado a lo largo de más de doscientos folios.
Mañana todo volverá a su horario y su rutina, eso sí, con un poco más de sueño.
Sed felices.
Me acosté ya en ese estado, intentando encontrar el desenlace mejor para mi segunda novela. La situaciones danzaban en mi cabeza, dándose con los codos para situarse en un lugar coherente que rematara una trama de amor y misterio, encabezada por mi querida Marta Nogales.
Me dormí a des-hora, pues para relajarme leí un rato antes de apagar la luz y, por tanto, me he levantado a des-hora, llegando por los pelos al ecuador de este día al que se le ha arrebatado sesenta minutos. Y, como no podía ser de otra manera, escribo esta entrada también a des-hora, pues suelo ser más matutina.
No es que me preocupe mucho, pues al fin y al cabo, el tiempo es subjetivo y además elástico, pero la sensación de ir un paso por atrás me va acompañando a lo largo de la jornada. Serán mis biorritmos, que no entienden de husos horarios ni de ahorro enérgetico, indecisos por no saber a qué lado del meridiano de Greenwich quedarse.
En fin, todavía me queda una tarde ajetreada y persiste en mi ese afán de llegar a cerrar de manera gloriosa la historia que he desarrollado a lo largo de más de doscientos folios.
Mañana todo volverá a su horario y su rutina, eso sí, con un poco más de sueño.
Sed felices.
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