Dicen que a todo se acostumbra una. No es cierto; o por lo menos no lo es en referencia ciertas cuestiones que mucho tiene que ver con una misma.
Desde hace varias semanas, y en distintas situaciones, como nuestro Don Quijote, no hago más que topar con la Iglesia, léase católica, que en España no puede ser otra.
Hace dos días recordamos el atentado más sangriento que ha sufrido nuestra historia reciente, el de el 11M. A colación con los actos conmemorativos se celebra un funeral de Estado bajo el rito católico y en la catedral de la Almudena. Ayer, el cardenal que presidió la misa, Rouco Varela, fue sustituído al frente de la Conferencia espiscopal. Dos días, dos mismos protagonistas.
Quiero dejar claro, de antemano, mi total respeto por cualquier creencia, igual que respeto cualquier ideología, siempre que respeten, en consecuencia, a aquellos que no creen o no comulgan- nunca mejor dicho -con ellas. Pero nunca apoyaré que la Iglesia sea protagonista agente de un funeral en el que se rinde homenaje a víctimas que, a su vez, eran de muy diferentes confesiones. España, se supone, es un estado aconfesional, y para esta circunstancia, en la que se atacó los cimientos del Estado y de sus ciudadanos, existen los funerales civiles.
Respecto a D.A.M. Rouco, que tanta paz lleve como deja. Creo que ha sido una de las personas más perjudiciales a la hora del respeto a los derechos de muchos colectivos, y su alineamiento, descarado, de caracter político flaco favor ha hecho a a la institución que ha presidido.Esperemos que su sucesor sea más tolerante, más caritativo y más amante del prójimo, vamos... más cristiano, tal y como parece que, tímidamente y poco a poco, va marcando el papa Francisco.
En fin, que los españoles suguimos arrastrando esta bola de la contradicción: defendemos la aconfesionalidad en nuestra Constitución y conmmoramos a nuestras víctimas de Estado con incienso y butafumeiro, mientras los obispos y cardenales le dictan a los ministros al oído la reforma de ciertas leyes.
Sobre las libertades civiles sigue pendiendo la espada de Damocles del Concordato.
Sed felices.
Desde hace varias semanas, y en distintas situaciones, como nuestro Don Quijote, no hago más que topar con la Iglesia, léase católica, que en España no puede ser otra.
Hace dos días recordamos el atentado más sangriento que ha sufrido nuestra historia reciente, el de el 11M. A colación con los actos conmemorativos se celebra un funeral de Estado bajo el rito católico y en la catedral de la Almudena. Ayer, el cardenal que presidió la misa, Rouco Varela, fue sustituído al frente de la Conferencia espiscopal. Dos días, dos mismos protagonistas.
Quiero dejar claro, de antemano, mi total respeto por cualquier creencia, igual que respeto cualquier ideología, siempre que respeten, en consecuencia, a aquellos que no creen o no comulgan- nunca mejor dicho -con ellas. Pero nunca apoyaré que la Iglesia sea protagonista agente de un funeral en el que se rinde homenaje a víctimas que, a su vez, eran de muy diferentes confesiones. España, se supone, es un estado aconfesional, y para esta circunstancia, en la que se atacó los cimientos del Estado y de sus ciudadanos, existen los funerales civiles.
Respecto a D.A.M. Rouco, que tanta paz lleve como deja. Creo que ha sido una de las personas más perjudiciales a la hora del respeto a los derechos de muchos colectivos, y su alineamiento, descarado, de caracter político flaco favor ha hecho a a la institución que ha presidido.Esperemos que su sucesor sea más tolerante, más caritativo y más amante del prójimo, vamos... más cristiano, tal y como parece que, tímidamente y poco a poco, va marcando el papa Francisco.
En fin, que los españoles suguimos arrastrando esta bola de la contradicción: defendemos la aconfesionalidad en nuestra Constitución y conmmoramos a nuestras víctimas de Estado con incienso y butafumeiro, mientras los obispos y cardenales le dictan a los ministros al oído la reforma de ciertas leyes.
Sobre las libertades civiles sigue pendiendo la espada de Damocles del Concordato.
Sed felices.
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