Me agota, tengo que decir que me agota, la incapacidad de ser positivos, como si el hacerlo nos convirtiera en ingenuos. Nada más lejos, no hay ingenuidad en pensar que las cosas pueden ir bien, porque el optimismo no aparta de su camino las dificultades, sino que no las agiganta, ni convierte una piedra en una montaña para tener justificación de no poder superarla, o para convencer de la hazaña de hacerlo: una piedra es una piedra, y normalmente se aparta de una patada.
Os invito, mis queridos lectores, a hacer un ejercicio de comprobación. Si los medios dan una noticia buena, siempre habrá un pero. La palabra “histórico” se aplica a cualquier cosa que interese, aunque de histórico no tenga nada y su relevancia dure lo que un clic. El tiempo se ha convertido en un fenómeno asombroso que llena a diario minutos, y minutos (tras un año de te dan un doctorado en climatología), y el calor de julio en Sevilla es noticia asombrosa, y el frío en enero en Zamora también, mientras otros niegan el cambio climático y son aplaudidos.
Nada peor para los seres humanos que este carrera en círculos en la que nos hacen movernos, esta rutina en la que nos caen sobre los hombros todo el peso del mundo, cuando nuestra espalda esperaba cargar simplemente con nuestro día a día. Nos mantienen secuestrados bajo las llaves del tremendismo y de la fatalidad. Nunca hemos sido menos libres. Vivimos en una jaula con la puerta abierta guardada por el miedo y el hastío: a perder el trabajo, al propio trabajo; a las enfermedades, a la muerte, a la guerra, a la ruptura de España,… A todo.
Perdonad, mis queridos lectores, si este artículo no ses el más apropiado para un mes vacacional y haya sido escrito con un poco de amargura, pero no hay nada más cansado que mantenerse en pie cuando te están empujando por tantos lados.
Os animo a no dejaros amedrentar. Sois soberanos de vuestra vida, de decidir por qué y para qué invertir vuestro tiempo. Huid de quienes son profetas del desastre y si no os gusta este mundo, inventaros el vuestro. No es tan difícil. Basta con confiar en uno mismo, y saber que según sintamos así pensaremos.
Al fin y al cabo, el mundo no se acabó el año 1000. ¿De qué sirvió tanto espanto?
No hay comentarios:
Publicar un comentario