El otro día comentaba con un viejo amigo en la literatura que este calor extremo me vuelve una persona gruñona y antipática. La verdad es que no me extraña que los demonios sean tan malos, quién va a poder tener un atisbo de bondad torrándose como San Lorenzo.
Os escribo, mis queridos lectores, después de una noche infernal, en la que apenas he podido pegar un ojo hasta la madrugada. Como el insomnio es tan cabrito la cabeza empieza a dar vueltas y los pensamientos danzan al mismo ritmo de las infructuosas aspas del ventilador, que se veían impotentes contra el calorazo inmisericorde.
En ese ir y venir reflexionaba sudorosa sobre varias cosas, entre ellas la propuesta de investidura del rey en la figura de Alberto Feijóo. Dice el monarca que lo ha hecho por costumbre, aunque me parece que dado el panorama como que no le ha dado muchas vueltas y allá os la compongáis. Es que, como he dicho, el calor es muy malo para pensar.Alaban de Feijóo la valentía que no tuvieron ni Arrimadas ni Rajoy. ¡Hombre! Valentía, valentía... Simplemente que si llevan un mes dando la turra conque deben gobernar ellos, por lo menos que se lance al ruedo aunque le coja el toro, porque mucho me temo que le va a empitonar, dada la cuadrilla que le acompaña, Yo, si fuera el candidato popular me temblarían la canillas de pensar que dependo de VOX para no hacer el mismo ridículo tras lo sucedido con la Mesa del Congreso.
En fin que no todo tenía que ser calor y política y las chicas de la selección nacional de fútbol nos dieron una alegría ganando el Mundial. Pero en vez de estar todos y todas celebrándolo pues estamos hablando del comportamiento de un impresentable, que lo es no de ahora, tras una acción que debería de conllevar su dimisión automáticamente.
Durante la ceremonia de entrega de medallas y copa Rubiales no es que abrazara a la jugadoras, sino que las achuchaba, estrujaba y besaba como si no hubiera mañana. El remate fue el beso en la boca , censurado por todo el mundo, excepto por sus cuates en los medios deportivos, que apoyan al presidente y lo justifican, incluso mintiendo descaradamente.
Una puede pensar que Rubiales estaba tan alegre que no midió sus exaltadas felicitaciones, pero cuando alguien ocupa un cargo público ha de saber comportarse, y más en una ceremonia retransmitida al mundo mundial. No hay excusas, no hay más que irse o que le echen.
En fin, que hay para todos los gustos.
Yo ya voy terminando antes de que me derrita como un flash de limón o mute en diablesa, que todo es posible.
Sed felices.
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