Con ocasión de la presentación de mi segunda novela de la TRILOGÍA DEL VIENTO, Vientos del pasado, el secreto tras el cuadro, mi acompañante en la mesa se refirió a la protagonista de la misma, Marta Nogales, que también lo era de la anterior, Como viento en la espalda, como mi alter ego, mi otro yo.
No era la primera vez que sucedía. Es más, aquellos lectores que mantienen conmigo un contacto personal o cercano no se quedan en considerar a Marta Nogales como es otra sino que la identifican total y plenamente conmigo. De tal manera, que me han llegado decir que no solamente le ponen mi rostro, sino que la voz que les va narrando es la mía también.
Y, claro, volvió a suceder con la tercera novela El huracán y el destino, en la que se resolvían las aventuras de mi protagonista.
No han sido una ni dos las entrevistas en las que se me ha preguntado que hay de Elena en Marta. Yo siempre contesto que ójala me pareciera a ella, porque mi protagonista me parece una mujer fantástica, mucho más valiente e intrépida que yo, dispuesta a correr aventuras y arriesgar con tal de encontrar su camino y su libertad.
Muchos han sido los escritores que han utilizado a este tipo de personajes, estos alter ego, para explorar su propio interior y, quizá, enmascarar narraciones que en el fondo son autobiografías: Nick Adams – Ernest Hemingway; Ariadna Oliver- Agatha Christie; Henry Bech – John Updike; Henry Chinaski – Charles Bukowski; Esther Greenwood – Sylvia Plath; Arturo Belano – Roberto Bolaño, entre otros.
Por otra parte, es posible que, más allá de ese viaje interior realizado en una ficticia tercera persona a través de ese “otro yo”, los escritores nos permitamos vivir experiencias que no nos suceden en la vida real, a veces escasa de emociones.
No cabe duda, mis queridos lectores, de que los novelistas dejamos algo de nosotros en nuestros personajes. También de nuestros familiares, de nuestros conocidos. La veracidad de los protagonistas de nuestras historias consiste en que puedan ser reconocidos en la vida real, aunque ésta suceda más allá de Orión. Por eso los construimos desde una realidad, desde el puzle de personas y personalidades que nos acompañan en la vida cotidiana.
En resumen, no niego que mi querida Marta Nogales no comparta conmigo muchos detalles de su vida o de sus gustos, incluso de sus debilidades, como también lo hace de mujeres que conozco y me rodean. Pero, y mala escritora de ficción sería, mi protagonista va mucho más allá que yo. Al fin y al cabo goza de la libertad más absoluta que existe: la imaginación, que como diría Alfred Musset, “abre unas alas grandes como el cielo en una cárcel pequeña como la palma de la mano”.
Lo cierto, también, es que empiezo a echar a Marta Nogales de menos o, quizá, nos echemos de menos mutuamente. Siento que caben muchas posibilidades de que nos volvamos a encontrar de nuevo en otra aventura... Muchas.
Sed felices.
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