domingo, 24 de abril de 2022

Ser buena

Este ha sido un fin de semana lleno de experiencias muy variadas entre la gastronomía y la literatura, y de ellas he dado  cuenta en redes.

Pero también he llevado a cabo otra, que me es muy gratificante, y que consiste en oficiar bodas. Tuve tres el sábado. Una vez terminadas, y antes de marchar, estuve hablando con una persona que me acompañaba en las tareas de vigilancia. Comentábamos situaciones y  decisiones, cuando esta persona me interrumpió diciéndome:

- Debería dar charlas...

-¿Sobre?- dije yo.

- Sobre ser buena persona. Tú lo eres y mucho.

Perdonad mis queridos lectores si esto que escribo suena a vanidad, pero os puedo decir que me causó una gran asombro. No el que me consideraran buena persona sino que me elevaran por ello sobre otros. Hay muchas buenas personas, muchas, pero no se las oye, ni se las ve como a las que no lo son tanto. Porque, en mi opinión,  es mucho más costoso ser mala que buena persona, y eso llama la atención. 

Cuando era una niña y me hacían una faena echaba algo de menos no tener la capacidad de ser vengativa o de portarme mal, y alguna vez se lo trasmití así a mi padre. Siempre me respondía que ser malo cuesta mucho, tanto que te convierte en un ser infeliz.  La maldad se nutre de ambición, de envidia, de frustración: con estos compañeros de viaje no ha lugar para la felicidad, aunque aparentemente los villanos luzcan una sonrisa de hiena y de triunfo.

Ser bueno cuesta, cuesta mucho y a veces hasta lágrimas, pero hemos de pensar que lo que está en juego es nuestra paz de espíritu y el ejemplo que damos a los demás. Además, porque no creer en ello, está el karma que, en mi caso, siempre ha sido generoso. Quizá porque nada hay, a estas alturas, que me haga traiciona mis valores, sobre todo la lealtad y la coherencia.

Así que, mientras nadie me indique lo contrario seguirá siendo como soy, parece ser que buena,
a pesar de algunos o quizá por ellos...

Sed felices: hoy luce el sol.


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