La resaca que nos está
dejando esta pandemia se parece bastante a la del vino cabezón: confusión y
boca seca. A mí, además, una sequía literaria, a excepción de algún artículo como este, o comentarios en las redes sociales.
Redes sociales queestán que
arden, preguntándose muchos si es que el pueblo, soberano por nuestra
Constitución, no tiene memoria para saber qué es VOX, qué es el fascismo, ese
carro al que también se ha apuntado en sus maneras el PP. En mi opinión no es
un problema de memoria, ni tan siquiera político, es un problema de esta
sociedad a la que hemos acostumbrado a creer todo lo que se dice sin
contrastar, si supone escuchar las promesas que interesan aunque sean
demagogias.
Está todo inventado. La
fórmula sigue funcionando: búsquese chivos expiatorios, ya sean judíos,
musulmanes, negros, migrantes, el 8M… Acúsense de todos los males que acontecen
y a esperar los votos.
En el fondo subyace la
pérdida de valores tales como la solidaridad, la igualdad y la justicia,
nublados bajo el lema de “ande yo caliente y ríase la gente”. El caldo de
cultivo de la falta de formación, de la ignorancia democrática, de la educación
para la ciudadanía comporta que cuando llega el momento de acudir a las urnas
el resultado sea el que ahora vemos. Un partido cuyo único programa es el mismo
cántico de la selección de fútbol: “soy español, español, español…”, que empuja
a otro hacia el abismo de la inutilidad y la descalificación, en una época, no
me cansaré de decirlo, queridos lectores, en unos momentos en los que más
necesitamos la unidad.
Quiero ser optimista y
pensar que de esta triste experiencia podremos encontrar una solución que
frene, de una vez por todas, esta ola que ya lame las playas de los derechos
sociales, que podemos perder si no somos capaces los progresistas de hacer una
barrera democrática y obligar a quienes quieren acabar con el estado social a
moderarse.
La democracia es como
un diamante, dura y frágil al mismo
tiempo. Un arma que en buenas manos es capaz de hacer progresar a los pueblos,
pero que también permite que en su nombre entren partidos como VOX en el
Congreso, o que desde su tribuna se insulte y se lancen falsedades, aunque esto
último no se debiera consentir, ni siquiera en aras de la tan traída y lleva
libertad de expresión.
Ahora, más que nunca
necesitamos que la sociedad civil tome protagonismo, siendo el caldo de cultivo
de donde han de emerger de nuevo los valores del consenso y del pacto social. Dejar
al albur de los que suceda cada cuatro años conlleva un alto riesgo, véase el
ejemplo de lo acontecido estos cuatro meses, en los que mientras que muchos se
debatían entre la vida y la muerte, otros intentaban acabar con el Gobierno
salido de las urnas.
Es más que un problema
político, nos jugamos una forma de sociedad justa, igual y solidaria.
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