lunes, 16 de diciembre de 2019

Papelera de reciclaje

Siempre me gustó escribir, pero el sueño de convertirme en escritora me parecía fuera de mi alcance. Claro que los sueños siempre lo parecen hasta que se hacen realidad.

Provengo de una familia de cuentistas, en la que narrar historias era más que habitual. Así lo hicieron conmigo y así lo hice con mis hijos. Hasta que un día una  de mis historias se convirtió en novela, y el sueño ya fue algo tangible.

Pero lo que ya me parecía, y a veces me lo sigue pareciendo, increíble es ser poeta. Siento tanto respeto por la poesía que todavía, y a veces, las buenas críticas que recibo  me parecn más fruto de la generosidad de los demás que mérito mío. Sin embargo ya son tres libros, el último lo presentaré el jueves 19 de diciembre, que dicen que algo, auque sea un poquito, de poeta hay en mí.

Hace unos años, en el Ateneo de Madrid, durante un recital colectivo, una asistente me preguntó que diferencia había entre escribir narrativa o poesía, desde el punto de vista del autor. La primera intención es decir que mucha técnicamente, pero también la hay desde la motivación. Escribir novela o relato me divierte muchísimo. Adoro construir historias, elaborar tramas y llegar a las resoluciones. La poesía es otra cosa. 

Cada poema, cada verso, es un cúmulo de emociones que salen sin cortapisas. Ya digo en uno de mis poemas que soy una auténtica exhibicionista de sentimientos. No hay momento, no hay elaboración mental, o por lo menos yo no vivo así la poesía. Es aquí, ahora y con la únicas palabras que puedo escoger. Así son cada uno de los poemas que forman Papelera de reciclaje (Ediciones Vitrubio), y que presentaré, como he dicho, en cuatro días. Ya vuelan las mariposas en el estómago.

Vivir con las emociones a flor de piel duele a veces, pero la recompensa de verlas sobre el papel es el mejor de los remedios para quienes hemos elegido el complicado camino de escribir y no guardarlo para nosotros. 

Y escribo.



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