martes, 20 de agosto de 2019

RELATOS DE VERANO Y MAR III: El mosquito

El calor era agobiante.  Una de esas noches que se denominan tropicales, aunque la distancia con cualquiera de los dos Trópicos, el de Cáncer o el de Capricornio, fuera apreciable. 

El zumbido del ventilador se confundía con un sonido similar, pero más peligroso: el de un  mosquito  que rondaba a su alrededor en la seguridad de encontrar el momento de picarle.

Ni la batalla de San Jorge contra el dragón había sido tan reñida como la que él libraba con semejante díptero: lociones, pulseras, enchufes... Hasta el tradicional aerosol que inundaba la habitación de un aroma dulzón, empalagoso y tóxico. Pero nada: cada mañana descubría una o dos picaduras que picaban, valga la redundancia, como la madre que las parió.

Aunque mal de muchos, consuelo de tontos, sentía cierto alivio al contemplar en a playa como otros veraneantes lucian con igual desazón los abones a lo largo y ancho de las zonas descubierta de sus cuerpos, e incluso los granos eran tema de conversación en las tertulias bajo la sombrilla.

Pero esa noche, unido al insoportable calor que marcaba los 27 grados (sensación térmica de 30) a las tres de la mañana el termómetro del móvil, la perspectiva de una picadura más le exacerbó de tal manera que encendió la luz y se dispuso a dar la batalla una vez más.

Le vió sobre el blanco de la pared. Cogió una de las chanclas que estaban al pie de la cama y muy despacio, muy despacio se acercó a él... Levantó la zapatilla y...

- Por favor, no me mates...

Una vocecilla rompió el silencio de la noche. El brazo se detuvo a mitad de camino y él se quedó desconcertado, porque no veía quién le había hablado...

- No me mates, por favor... No puedo evitar picarte, necesito tu sangre...

No podía ser, la vocecilla, casi un susurro,  provenía, o así parecía del mosquito que estaba en la pared...

- ¿Eres tú, mosquito? ¿Me estás hablando a mí?- pensó que el calor le producía alucinanciones. ¡Cómo podía ser que estuviera hablando con un mosquito!

- Sí, sí... Pero siento contradecirte: soy una mosquita, y necesito picarte porque la proteína de tu sangre me sirve para producir los huevos y continuar la especie...

¡Flipa! Esto era lo más de lo más... Una mosquita que le pedía compasión... No pudo evitar que algo parecido a ese sentimiento naciera en él. Al fin y al cabo todos somos seres vivos y cumplimos una misión en el planeta. Como persona concienciada con el ecologismo sabía que la especie humana era mucho más destructora de alguna manera... La mosquita lo único que quería era seguir lo que su ADN ancestral le indicaba.

La zapatilla llegó a su destino de manera brusca, y en la pared quedó solamente una mancha en lo que antes fue la mosquita.

- Lo siento, pero nuestras especies están en guerra- dijo en voz alta mirando la pared y el espachurramiento-. Y casi siempre termináis venciendo y dejáis la muestra de vuestro triunfo en forma de picores y abones. Esta vez he ganado yo.

Se metió en la cama y apagó la luz. Cuando contara su aventura nocturna obviaría el que había hablado con una mosquita. Al fin y al cabo lo heroíco era haberla matado con una zapatilla, como siempre se había hecho...




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