domingo, 17 de junio de 2018

La puerta

Hay puertas sin cerrojo ni llave, ni tan siquiera puerta. Pero cierran el paso como si el propio Cancerbero las guardara.

Se erigen en medio del camino, y son a veces tan infranqueables como las del castillo más fortificado entre todas las fortalezas que en el mundo han sido.

Son esas que construimos con nuestras justificaciones,  con las sensaciones de pérdida o de impotencia. Nos quedamos clavados en el el umbral, pensando que si las atravesamos qué será lo que encontremos , y ante esa incógnita decidimos que es mejor permanecer a este lado, con nuestras inseguridades, nuestros condicionales, en definitiva , con es mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer.

Y mientras el tiempo pasa y va oxidando las bisagras y carcomiendo la puerta a nuestros ojos, y no sentimos igual que ella, con la madera agrietada, sin brillo y sin tan siquiera un aldaba que se haga escuchar.


Sería tan fácil dar ese paso que nos coloque al otro lado del umbral, fuese cual fuese nuestro destino, aunque solo hubiera un abismo por el que que caer. Pero entonces, en el preciso instante que nuestro pie ya no tocara el suelo, en ese justo y preciso instante el aire nos envolvería como un manto intangible y tendríamos la sensación de volar... Y de ser libres.

Hay puertas sin cerrojo, ni llave, ni tan siquiera puerta: son puertas guardadas por el miedo.

Sed felices.

(Fotografía Elena Muñoz)

No hay comentarios:

Publicar un comentario