domingo, 2 de abril de 2017

Su silencio jamás...

Era la misma mano, la misma que en el aula escribía en la pizarra,  corregía los ejercicios o estrechaba la de su padre cuando se veían en la tutoría.

Era la misma mano que ahora se posaba en su pierna, en su muslo, que subía y que bajaba suavemente, en una incomprensible caricia que ella, a sus catorce años, no entendía. La misma mano que minutos antes había echado la llave de la puerta del dormitorio en la residencia donde pasaban una semana de encuentro escolar.


Él la había convocado junto con otra amiga para charlar aquella tarde. Ninguna desconfió. Cómo hacerlo de quien veían a diario, de quién las conocía por su nombre desde pequeñas, de quien se suponía estaba para educarlas y protegerlas.

Pero se encontraron con un complet "desconocido" que hablaba y hablaba mientras las miraba de manera lasciva. Alguien muy distinto al amable profesor que les regalaba caramelos "Sugus" y les gastaba sencillas bromas en clase mientras les acariciaba el pelo. Las palabras, llenas de alusiones al sexo, brotaban de sus labios, las preguntas se enredaban en sonrisas torcidas, mientras él repetía que no tuvieran miedo, que todo era natural. La mano caliente y sudorosa seguía su ascenso lento por debajo de la falda, mientras con la otra la atraía hacia él.Estaba ya tan cerca que ella percibía su olor, una mezcla de tabaco y loción de afeitado, mientras él seguía susurrando palabras sucias y sin sentido.

Entonces, cuando el asco y el miedo en forma de náusea reprimida se transformó en rabia y valor, ella se desprendió de esa mano repugnante, y con un empujón amenazó con gritar hasta desgañitarse  si no abría la puerta y las dejaba salir. Algo vio él en sus ojos que le hizo retroceder en sus intenciones. A pesar de las malas excusas, de los ruegosa a cerca de que no era nada malo,  finalmente abrió la puerta, no sin antes exigirles que no contaran a nadie lo sucedido bajo ciertas amenazas y, sobre todo, porque nadie daría pábulo. Era su palabra contra la de una "niñata"....

Dos días después, a la vuelta del viaje  contó lo sucedido a su padre y a la dirección del colegio. Lo contó por ella y por todas las que antes o, posiblemente después, tuvieran que sufrir el mismo abuso. Lo decidió al día siguiente de ocurrir los hechos, mientras él daba misa y ella le vio elevando el cáliz como sin nada hubiera pasado.Decidió que no callaría, que no ocultaría lo sucedido.  Su silencio no sería cómplice, su silencio jamás...


Sed felices.

 *En 2014 el papa Francisco reconoció que un 2% de los sacerdotes eran pederasta, catalogándolo como la "lepra" de la Iglesia.
** Este relato está basado en hechos reales.

1 comentario:

  1. Que podria decir sobre algo evidente,la iglesia oculto y sigue ocultando miles de casos de pederastia en su seno.Mas que la lepra es un cancer consentido como aquel que se autocastiga con su propio cuerpo alimentando su enfermedad.Han aprovechado su poder durante siglos y creo tanto en la iglesia como en las religiones que seguiran aprovechandose de esos status que la sociedad les dio.

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