domingo, 6 de noviembre de 2016

El sentido de la vida

No puedo remediarlo, a veces tengo la sensación de que muchas de las cosas que hago no son más que pérdidas de tiempo, acciones que solo tienen como objetivo satisfacer mi propia vanidad sin aportar un ápice a mejorar a nadie.

No hablo de llegar a tomar parte de decisiones o de llevar a cabo logros que cambien la Historia así, con letra capital, sino de que mi tiempo y mi actividad sea partícipe de colaborar con el progreso de mis semejantes.

Sé que mi vida  nunca se escribirá con mayúsculas, pero os confieso, mis queridos lectores, que en estos últimos tiempos veo tanta cantidad de mediocridad y de falta de miras, que la tentación de unirme al rebaño y de dejar de empeñarme en pensar que las cosas se pueden cambiar es muy grande.

No cabe duda que todavía me duelen, y mucho, los últimos acontecimientos políticos. Más, tal vez, de lo que yo hubiera pensado hace un tiempo. Hay una parte de mí que se ha quedado hueca, y en la que se ha instalado el eco de la desolación.

Sé que muchos no entenderán que alguien como yo, que presume de una gran capacidad para ser positiva, se permita estos, digamos, bajones. Tendría que salir, tal vez, como un toro de la puya, embistiendo con más fuerza si cabe. Tal vez.

Hoy, como todo los días, escribo frente a la ventana. Luce un maravilloso sol, que vislumbro a través del vaho de los cristales, lo que me indica que hace más frío en la calle. Desde la planta baja me llega la voz a gritos de mi nieta. "Abuela-me dice- te quiero"... Oigo sus pasos por la escalera. Irrumpe en mi despacho y me abraza.

Hundido mi rostro en su pelo que huele a champú de fresas pienso que es ella la depositaria de toda mi esperanza. Soy lo que soy para que ella sea.

Al fin y al cabo, el sentido de la vida no es lo que hagas, sino lo que permanece.


Sed felices!


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